martes, 23 de abril de 2019

Mentiras de la Historia


1. Bin Laden no fue el primero en atacar a EEUU en su propio territorio nacional. El “merito” le corresponde a Pancho Villa, quien en 1916 cruzo Río Grande y atacó la ciudad de Columbus, en Nuevo México, donde mató a siete personas. La invasión duró menos de diez horas.

2. Las tres carabelas de Colón sólo fueron dos. La pinta y la Niña. Por que la tercera nave que participó en el descubrimiento de América era una nao, otro tipo de barco de mayor tamaño. Se llamaba Maria Galante, pero Colón la rebautizó Santa María.

3. Las brujas de Salem no fueron quemadas en la hoguera. Pero que nadie piense que las indultaron. En realidad fueron ahorcadas, que era la pena que las comunidades protestantes y calvinistas solían dictar para los casos de hechicería.

4. Napoleón no era tan bajito. De hecho, media 1,68 cm., una estatura aceptable para su época, e incluso superaba por 4cm al duque de Wellington, su gran enemigo.

5. En Casablanca, Bogart nunca pronuncia la frase: “Tócala otra vez, Sam”. En realidad, la frase exacta es: “Tócala Sam, Toca As time goes by”, y la recita Ingrid Bergman. Para acabar de arruinar el mito, el actor que hacia de Sam (Dooley Wilson) solo cantaba, ya que no sabia tocar el piano. El acompañamiento se incorporó en el estudio.

6. Los vikingos no llevaban cascos con cuernos. Fue una invención del pintor sueco Gustav Malstrom en las ilustraciones que realizó en 1820 para el poema épico Frithiof`s Saga. El propósito de estos cuernos irreales era retratar a los feroces guerreros del Norte como seres casi demoníacos.

7. La guerra de los 100 años, realmente duró 116, de 1337 a 1453, año en que los reyes de Inglaterra y Francia (los países en conflicto) pusieron fin a las hostilidades.

8. El estrangulador de Boston, Albert de Salvo, no estrangulaba a sus victimas. Al menos, no a todas. Únicamente asesino de ese modo a la primera; en cambio a las otras doce las mato a golpes o puñaladas.

9. George Washington no fue el primer presidente de EE.UU. Al estallar la revolución americana en 1714, una comisión de notables eligió a Peyton Randolph, de manera provisión, para ese cargo. Tras su dimisión, ocho personas actuaron como presidentes en funciones hasta 1789, año en que por fin se aprobó la Constitución americana y se celebraron las primeras elecciones al cargo, en las que Washington fue finalmente elegido.

10. Walt Disney no sabía dibujar y nunca diseño ninguno de sus famosos personajes. Durante muchos años se dijo que Mickey Mouse había sido creado por el, pero ahora sabemos que fue obra exclusiva del dibujante Ub Wickers quien le dejo a Disney compartir la autoría para devolverle un favor.     Adaptado


Las Religiones (II parte)


¿Te has puesto a pensar? Siendo que existen muchas religiones en el mundo y que algunos dicen que sólo la suya es la verdadera, ¿Qué será, según ellos, de las otras religiones?


El Señor Jesucristo jamás enseñó que habría una religión verdadera. ¿Significa esto que todas las religiones son verdaderas? ¡De ninguna manera! Lo que en realidad significa es que ninguna religión es verdadera. Antes de que nos tildes de locos o excéntricos, permíteme explicarte. La palabra "religión" viene de la palabra religare, que en latín significa "volver a unir". De aquí que llamemos "religión" a todo esfuerzo del ser humano por volver a unirse (después de la separación por el pecado original) con Dios.

Pero hagámonos esta pregunta, seriamente: ¿Existe algún esfuerzo humano capaz de reconciliar al hombre con Dios? La respuesta es un NO rotundo.

¿Te gustaría saber lo que piensa Dios del esfuerzo humano como medio para lograr unir al hombre con Dios? Nota lo que dice la Biblia en Isaías 64:6:

"Si bien todos nosotros somos como suciedad, y todas nuestras justicias como trapo de inmundicia; y caímos todos nosotros como la hoja, y nuestras maldades nos llevaron como viento."

Cualquier religión, vista como el conjunto de prácticas y/o ideas que se nos presente como el medio para acercarnos a Dios, es el fracaso más grande que nos podamos imaginar. ¿Te das cuenta por qué afirmamos que no existe lo que se da por llamar "religión verdadera"?

El mejor esfuerzo del hombre para volver a unirse con Dios, es catalogado por Dios como trapo sucio. Si el hombre confía en su religión, cualquiera que sea, como medio para llegar a Dios; Dios no lo aprueba, simplemente lo desatiende. Ahora bien, si no es por medio de la religión que el hombre puede llegar a Dios; entonces, ¿Cómo puedes hacerlo?

Pues el hombre tiene que dejar que Dios tome la iniciativa. Esa iniciativa se dio cuando Dios envió a su Hijo al mundo. Hace casi 2000 años, el Hijo de Dios se hizo carne, nació como un bebé, vivió toda su vida en total santidad, a los 33 años fue crucificado, murió y fue sepultado, y tres días después resucitó. Fue su sacrificio el que nos abrió el camino a Dios. Es por eso que para ser salvos no tenemos que confiar en las demandas, preceptos, dogmas o ritos de alguna religión, sino única y exclusivamente en la persona y la obra de Cristo, quien murió por nosotros en la cruz del Calvario. Fue la muerte de Cristo lo que sirvió para que nosotros quedemos libres de la condenación y el poder del pecado.

Él recibió sobre sí mismo todo el castigo por nuestros pecados a fin de que nosotros ya no lo recibamos y en lugar de ello tengamos paz con Dios. Al recibir a Cristo como nuestro Salvador, no estamos recibiendo una religión sino a una PERSONA. Bien se ha dicho que la salvación no es cuestión de entrar en una religión sino en una relación. Jesús dijo "Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre sino por mí". (Juan 14:6).

Cuando le abrimos nuestro corazón, llegamos a ser uno con Cristo, y mediante esa relación tan estrecha e íntima con él, tenemos acceso a Dios; puesto que estamos en su Hijo y su Hijo está en nosotros. Cuando nos preguntan en qué nos basamos para decir que somos salvos, jamás decimos que somos salvos porque somos evangélicos, porque el mero hecho de denominarte cristiano evangélico no te hace automáticamente salvo. Siempre decimos que somos salvos porque tiempo atrás decidimos recibir a Cristo como único y personal Salvador, dejando a un lado cualquier esfuerzo humano que pensábamos podría traernos salvación.

Pese a ser todo esto, tan cierto; este mundo está lleno de personas que aún confían en su religión para ser salvos. A personas así, les queremos decir con mucho amor, que el infierno es la reunión ecuménica más grande que podamos imaginar, esto es así porque ahí están reunidos católicos romanos, evangélicos, musulmanes, budistas, testigos de Jehová, mormones, espiritistas, etc., etc. Todas estas personas confiaron en su religión, pero jamás establecieron una relación personal con Jesucristo.

De modo que no importa el que haya cientos o miles de religiones en el mundo y muchas más sectas dentro de esas religiones. Todas y cada una de ellas fracasan en su intento de unir al hombre con Dios.

Tú no debes estar preocupado por hallar la "religión verdadera". Lo que debes preocuparte es si has recibido o no a Jesucristo como tu Salvador personal. Si lo has hecho y tienes una relación personal con él, puedes estar seguro de que eres salvo. Lo que sí te recomiendo es que procures conocer más la Palabra de Dios y esforzarte por vivir aplicándola a tu vida. Procura también tener comunión con otros creyentes, que al igual que tú, están creciendo en el conocimiento del único Salvador. Así podrás dar y recibir ayuda en tu caminar con Dios.

Pero si tú nunca has recibido a Cristo como tu Salvador personal, entonces no importa de qué religión seas miembro; de todos modos tú estás muerto espiritualmente y en serio peligro de terminar confinado en el infierno por la eternidad.     Adaptado

sábado, 20 de abril de 2019

El Cristo de Hispanoamérica I


C
iertamente, el Cristo llegó a nosotros vía España: la España que dotada de un sentido de misión, de una mística muy propia del espíritu íbero, realizó la conquista y colonización de gran parte del Nuevo Mundo. "Por la primera y última vez en la historia del cristianismo", dice Juan Mackay, "la espada y la cruz formaron una alianza ofensiva para llevar el cristianismo, o lo que se consideraba como tal, a tierras extrañas".


Al frente de la empresa venía el almirante genovés don Cristóbal Colón, quien ufanándose de la etimología de su nombre Cristóforo se consideraba un verdadero "portador de Cristo". ¿De cuál Cristo? preguntamos. Ningún otro sino el de las austeras vestimentas medievales, el de los rígidos y fríos escolásticos, el Cristo del pueblo español, el cual en la actualidad la mayoría rinde adoración, o sea el Cristo carne (Jesús de Nazareth). 

Muy extraño debe haberles parecido a los aborígenes americanos este Cristo de sus conquistadores: el dios blanco que muere por toda la humanidad, establece una religión cuyo jefe máximo está en Roma, y cuenta entre sus seguidores al rey hispano, quien envía un grupo de sus aguerridos súbditos a descubrir y sojuzgar tierras misteriosas y lejanas al otro lado del mar. En nombre de Dios y del rey estos castellanos, rubios como el sol y cabalgando briosos corceles, matan indios a diestra y siniestra, les despojan de sus tierras, les violan a sus mujeres, y convierten a todos, los que sobreviven la matanza, en esclavos del papa y del gran imperio español, “En muchos casos”, "el espíritu de la espada fue más fuerte y poderoso que el espíritu de la cruz. Para muchos Cristo no era un Salvador que había dado su vida por ellos sino un tirano celestial que destruía las vidas para su gloria, por la conquista de dominios y terrenos.

Con excepción de la obra caritativa de algunos frailes misioneros, como la del célebre protector de los indios Fray Bartolomé de las Casas, muy poco hicieron los colonizadores en el terreno económico y social para borrar la impresión negativa que los aborígenes habían recibido en su primer encuentro con el Cristo en cuyo nombre lo habían perdido todo, inclusive la libertad. Los seguidores y defensores de este Cristo seguían oprimiéndolos y degradándolos, y la nueva raza que surgió de la unión de dos sangres no corrió mejor suerte que la sufrida por los autóctonos americanos.

No era éste el Cristo que anunciaban con notas de oro los clarines de la Reforma religiosa del siglo XVI. Esta se quedaría atrás, allá en España, combatida tenazmente por Ignacio de Loyola, aplastada por Carlos V y Felipe II, consumida en las llamas implacables de los autos de fe. Mientras otros países europeos se sacudían la modorra de siglos en el despertar convulsivo de la Reforma , España seguía quieta, inerte, sin experimentar en su religión los dolores de parto de una nueva era.

“El otro Cristo español”, que llegaron a cantar en poemas incomparables los grandes místicos de España, corno Juan de la Cruz y Fray Luis de Granada, fue lento en su peregrinar al nuevo continente. Si tuvo seguidores aquí desde el principio de la colonia, su influencia no fue lo suficientemente poderosa como para anular del todo la del Cristo de las tradiciones. Con todo, mucho empeño pusieron los misioneros para hacer aceptable su Cristo a la mentalidad de la raza oprimida; y en su afán de adaptarse a la cultura indiana no pudieran evitar el sincretismo religioso. Toleraron y estimularon la mezcla del cristianismo español con las ideas y prácticas de la religión local. Cristo, la virgen y los santos vinieron a aumentar el número de deidades en el panteón americano. Al mismo tiempo muchísimos aborígenes continuaron adorando a sus antiguos dioses en las imágenes traídas por el catolicismo. Detrás de estos santos de blanca tez y ojos azules se alzaba la presencia mágica y poderosa de dioses y diosas regionales que seguían muy campantes haciendo de las suyas en la experiencia religiosa de sus adoradores.

Continuará en la Parte II



El Cristo de Hispanoamérica II

Parte II

EL CRISTO IMAGEN
  
Muy útil sería en el trabajo catequístico de la Iglesia en tierras americanas el Cristo imagen que tan prominente era ya en la religión de los colonizadores. Era mucho más fácil mostrar una imagen que explicar un dogma; hacer un cambio de imágenes europeas por los ídolos autóctonos que arrancar de cuajo ideas religiosas que eran producto de siglos. Tampoco era difícil americanizar la imagen del Cristo, El sincretismo religioso se expresaría también en esculturas y pinturas de un Jesús que retiene sus facciones extranjeras pero en color moreno. Hay muchos cristos mestizos, y aun negros, en nuestra América hispana. Aquí también el Cristo se volvería piedra y madera, lienzo y estampa -obra de arte a veces magnífico- escultura y pintura en la gloria de los altares, en el rincón hogareño, en la celda monacal, en el cruce de los caminos, en la cresta de las montañas. El Cristo imagen habría de proyectar su sombra a lo largo de todo un continente.

Esta figura del Cristo se hizo familiar en campos y ciudades, y al fin despertó en la gente hondas simpatías. Después de todo el Cristo es un niño en los brazos protectores de su madre, inofensivo y dulce como todos los niños. ¿Cómo puede El ser un déspota o un tirano? Si no es capaz de liberar a la raza de sus ominosas cadenas tampoco puede culpársele de haberlas forjado Él con sus débiles e infantiles manos.

Es el niño que no puede hablar. Su balbuceo es apenas comprendido por María, quien lo sostiene y le cuida. No puede el niño Dios reprocharle a los amos blancos su abuso de poder, su ilimitada codicia y lascivia, sus tremendas injusticias contra el pueblo humillado y vencido, Carece del don maravilloso de la palabra. Es inofensivo tanto para los poderosos como para los débiles y pequeños. Nada puede hacer contra el pecado de los unos y los otros. Es sólo la imagen de un niño que permanece sonriendo, indiferente a la enorme tragedia que ocurre en su derredor. Se está forjando bajo signos despóticos una raza, un nuevo mundo, y este niño Jesús no dice nada.

El indígena niño, subyugado por el patrón blanco, tratado como un niño por sus conquistadores, se identifica consciente o inconscientemente con el Jesús niño y corre a refugiarse en los brazos de la madre bondadosa. Así la veneración a María lleg6 a tener más importancia en nuestra América que el culto a Cristo. Las almas oprimidas buscan a la madre, María, no a su hijo Jesús.

Otra imagen favorita ha sido la del Cristo sufriente. En general, el catolicismo hispanoamericano se ha caracterizado especialmente por la presencia del Nazareno que sufre, agoniza y muere. La cristianización de estas tierras fue una siembra abundante de la cruz. Por este signo venció España en la conciencia de sus nuevos súbditos. Era la religión del crucifijo, del Cristo que muere en impotencia clavado al madero de ignominia. La apoteosis de esta religión se efectúa el Viernes Santo, no el Domingo de Resurrección. Por supuesto, el dogma afirma que el crucificado se levantó al tercer día de entre los muertos; pero el dogma no parece llegar a las masas. Lo que ellas contemplan es al Cristo prisionero, azotado, coronado de espinas, clavado en la cruz, encerrado en su urna funeraria: su aposento de todo el año, de todos los años, de siglos y siglos. 

El Cristo imagen está derrotado; la raza autóctona huye llena de pavor; la nueva raza, la de las dos sangres, la de los dos mundos, nació vencida. Hispanoamérica no sólo ha llorado con Cristo; ha llorado por El. Y más por El que con El. Sus palabras pronunciadas en la vía dolorosa se han echado al olvido: "Hijas de Jerusalén, no lloréis por mí; llorad por vosotras y por vuestros hijos". Sin embargo, y aunque parezca contradictorio, al Cristo imagen se le piden favores. Se le compadece y se le teme. Inspira lástima y fe. En grandes emergencias es posible acudir a El, y mucho mejor si la petición se eleva a una de sus imágenes más milagrosas. En su novela El Señor Presidente, Miguel Ángel Asturias pinta a lo vivo la fe de las masas latinoamericanas en el Cristo imagen cuando pone en los labios de una pobre mujer las siguientes palabras:

“A usté es al que yo siento. Debía pasar a pedirle a Jesús de la Merced. ¿Quién quita le hace el milagro? Ya esta mañana, antes de irme a la penitenciaría, fui a prenderle una su candela y a decirle: ¡Mirá, negrito! aquí vengo con vos, que por algo sos tata de todos nosotros y me tenés que oír: en tu mano está que esa niña no se muera; así se lo pedí a la Virgen antes de levantarme y ahora paso a molestarte por la misma necesidad; te dejo esta candela en intención y me voy confiada en tu poder; aunque dia-cún rato pienso pasar otra vez a recordarte mi súplica” 

La oración de esta mujer no podía ser más sincera, ni su confianza más grande. Así reza nuestro pueblo; así ha rezado por siglos ante el Cristo crucificado, muerto y sepultado.

EL CRISTO DE LAS MINORÍAS 

El Cristo desconocido por las masas no ha sido mejor comprendido por las minorías de nuestro continente. No pocos ricos y poderosos han hallado muy cómodo creer en el Cristo imagen que sufre pacientemente su calvario y guarda profundo silencio ante el dolor de las masas paupérrimas que le rodean. Durante casi cuatrocientos años sus labios han estado sellados sin pronunciar la palabra que el pueblo espera.

Es bastante fácil tolerar a Jesús Nazareno que no irrita a sus adoradores señalándoles sus pecados, que no despierta las conciencias encallecidas en el ejercicio del mal. Basta con arrojarle una limosna de cuando en cuando y llevarlo en hombros una vez al año en presencia de las almas devotas. El es el Cristo de la cruz y del sepulcro, amurallado en el templo, encerrado en urnas de cristal, reducido a la impotencia en la seguridad del claustro. El no va a la intimidad de los hogares, ni se interesa en negocios ajenos. Su mundo es la paz sepulcral de los santuarios, de donde raras veces sale para ser admirado, compadecido y llorado por las multitudes. 

En círculos intelectuales el Cristo se vuelve fácilmente un símbolo o una figura retórica. Se le observa desde diferentes ángulos y se le presenta como un caudillo espiritual, maestro o filósofo, reformador social, o como un pobre visionario que equivocó el camino en su afán sincero de liberar al hombre. Algunos lo respetan y admiran; otros pasan frente a El con altiva indiferencia. Estos le prodigan mil elogios y aquellos se burlan de El. Muchos le toleran con gesto de paternal solicitud. Le tienen lástima porque le ven, como diría Rubén Darío, yendo aún por las calles “flaco y enclenque". Es para ellos el Cristo que según Amado Nervo llama en vano a las puertas buscando un sitio donde reposar: Cristo, la ciencia moderna te arroja sin compasión de todas partes. ¡No tienes donde residir, Señor! (Hospitalidad) 

No ha faltado quienes le nieguen al Cristo la realidad de su existencia. No andan ellos, por lo tanto, en busca del Jesús histórico. Para otros, El podrá pertenecer al pasado, pero no al presente, ni mucho menos al futuro. Creen vivir en una era pos cristiana, y no ven en Cristo la respuesta para la angustia del hombre contemporáneo.

Continuará en la Parte III

El Cristo de Hispanoamérica III

Parte III


Si el Cristo católico llegó a nosotros vía España, el Cristo del protestantismo ha venido de otros países europeos -como Inglaterra, Alemania, Francia y Holanda- y de los Estados Unidos de Norteamérica. De ahí que muchos le hayan identificado con sistemas imperialistas o capitalistas del mundo occidental. Las implicaciones de esta idea son dignas de un estudio aparte. Por ahora, basta decir que, en general, el Cristo protestante representa la herencia de los reformadores religiosos del siglo XVI, aunque El no se originó con ellos, ni por medio de ellos.  Los reformadores hallaron su fuente de autoridad en las Sagradas Escrituras y a ellas apelaron con finalidad para todo asunto de fe. A la autoridad de la Iglesia antepusieron y sobrepusieron la autoridad de la Biblia. Sus gritos de batalla fueron: " La Escritura sola, Cristo solo, la gracia sola y la fe sola como el medio de justificación delante de Dios”.        

Su Cristo lo buscaron principalmente no en la penumbra de los altares, ni en los pergaminos vetustos de la tradición eclesiástica, ni en los tratados filosófico-teológicos de los escolásticos, sino en las páginas del Sagrado Texto. La Reforma fue un retorno a la Biblia, un empeño por re-descubrir al Cristo del Nuevo Testamento.

Esto nos sugiere la segunda gran característica del movimiento reformador: su mensaje salvífico que tiene como centro y circunferencia a la persona y obra de Jesucristo.  El es exaltado al lugar de preeminencia en la teología, la vida y el culto de la Iglesia. El es el Cristo que se introduce en la historia y experiencia del hombre por medio de la encarnación. Participa de carne y sangre humanas, vive entre los hombres, identificándose plenamente con ellos, sufriendo con ellos y por ellos, y muriendo finalmente a favor de ellos. Pero El es también el Cristo de la resurrección. Por consiguiente, el énfasis cae ahora en el Cristo que vive para siempre y trasciende el ámbito de lo material y temporal, al mismo tiempo que se hace presente en actividad redentora en el mundo de hoy. 

Una tercera característica de la reforma religiosa del siglo XVI es su tendencia individualista. Se luchó con denuedo por la libertad de conciencia y se proclama que el hombre tiene derecho pleno al libre examen de toda materia de fe. El concepto del sacerdocio universal de los creyentes subrayó que el individuo es libre para acercarse a Dios y a su Palabra sin la intervención de autoridad humana. La Reforma dejó al individuo a solas con Dios en el santuario de la conciencia, bajo la luz de la revelación divina.

Este individualismo protestante habría de manifestarse además en la experiencia secular del cristiano. El individuo llega a ser consciente de su propia dignidad en la presencia de Dios, de la Iglesia y del Estado. Toda vocación es sagrada. Por lo tanto, el individuo puede y debe glorificar a Dios en cualquier profesión u oficio honorable, no sólo en el aislamiento de una celda conventual. El sacerdocio no tiene tampoco el monopolio de lo sagrado en su carácter vocacional. Toda vocación es sacra ante los ojos del Creador. Que este individualismo resultaría también en una variedad de grupos protestantes, era de esperarse. Debe asimismo tenerse en cuenta que habiéndose resquebrajado la unidad monolítica de la iglesia medieval, no es de extrañar que los que por vez primera respiraban un ambiente de libertad religiosa no deseasen edificar otra gran estructura jerárquica para someterse a ella. Tal estructura iría contra el espíritu de la Reforma misma. Cuando algunos líderes protestantes, como Juan Calvino, intentaron volver al autoritarismo del pasado, encontraron seria resistencia entre los que ya habían sido iluminados por el nuevo

En cuarto lugar puede mencionarse que la Reforma tuvo también consecuencias político-sociales. Era inevitable el conflicto entre el movimiento reformador y el poder civil, debido a que la Iglesia y el Estado se hallaban estrechamente unidos en la Europa de aquellos tiempos. Luchar contra la iglesia equivalía a oponerse al poder secular. De consiguiente hubo ciertas transformaciones inmediatas en lo político y social en aquellos países donde prosperó la Reforma. Esta llevaba, además, simientes de libertad que algún día habrían de germinar para el bien de nuestra civilización.

Sin lugar a dudas el Cristo de la mayoría de protestantes latinoamericanos es bíblico, en cuanto a que han llegado a conocerle a través de las Sagradas Escrituras. El pueblo evangélico es el pueblo de un libro - la Biblia-, y su doctrina es profundamente cristológica. Cristo es supremo en la teología, la liturgia y el servicio del protestantismo hispanoamericano. En el culto que se le rinde, la cruz y la tumba están vacías. El es el Señor de la vida y el conquistador de la muerte, el Señor que vive hoy y para siempre, el único,  "Sólo Cristo salva", 'Cristo es la Respuesta 7', "Cristo es la Única Esperanza", han sido lemas favoritos de los evangélicos en su tarea evangelizadora por todo el continente.

El individualismo protestante se ha reflejado también en la experiencia del evangélico latinoamericano. A la luz de su conciencia y bajo el resplandor de la Palabra divina, el cristiano evangélico se siente libre de toda atadura eclesiástica y jerárquica para disfrutar la comunión con su Dios. No depende de autoridad humana para mantener  fe. Su relación con Cristo es profunda e intensamente personal. Su conciencia es un santuario inviolable. De donde resulta que en Íbero América proliferan los grupos protestantes. Levantar una gran estructura jerárquica con el fin de agrupar y gobernar por medio de una autoridad centralizada a todas las comunidades protestantes, sería una contradicción del espíritu evangélico latinoamericano. Ellos creen que las desventajas de sus divisiones son menores que las de una centralización del poder eclesial.

El evangélico latinoamericano ha sido, generalmente, un individualista en cuanto a su responsabilidad social. Que hay factores históricos y sociales que han contribuido a acentuar este individualismo no puede negarse. Aquí hay otro tema apasionante para un estudio ulterior. La verdad es que especialmente entre los elementos más conservadores del protestantismo en Hispanoamérica ha habido cierta indiferencia frente a los graves problemas que convulsionan a estos países que según el lenguaje de los internacionalistas se hallan en proceso de desarrollo.

Hasta aquí el Cristo de muchos protestantes iberoamericanos ha sido solamente escatológico -en el sentido más estricto de este término cuando se trata de la problemática social. Con su aparente actitud de indiferencia hacia los muchos conflictos que afligen a nuestra sociedad, estos cristianos pueden haber dado la impresión de que para ellos toda dificultad económico-social debe dejarse para que Cristo la resuelva en el más allá y que poco o nada deben hacer ellos en favor del mundo en que ahora viven.

Afortunadamente han comenzado a soplar nuevos vientos que prometen un cambio en esta posición de negligencia social. Aun el Cristo del protestantismo conservador ha empezado a abrir sus labios para decir el mensaje que ha callado sobre los problemas sociales del hombre latinoamericano. Tiempo era ya que se le dejase hablar.

EL CRISTO DE LA NUEVA TEOLOGÍA

Una de las reacciones más grandes al silencio del Cristo tradicional es la que ahora comienza a manifestarse en círculos teológicos de izquierda, dentro del catolicismo y protestantismo latinoamericanos. Con gesto impaciente y rebelde, y con una mística capaz de subyugar a muchos espíritus selectos, los nuevos teólogos lanzan en nombre de Cristo su protesta de justicia social. El Cristo que ellos proclaman es antropólogo y sociólogo, maestro de ciencias económicas, perito en estadísticas, psicólogo de masas, experto en política nacional y extranjera, teórico de la revolución, reformador social. Es el Cristo inconforme, activista, rebelde -y aun violento- que se viste a lo proletario y habla el lenguaje complicado de los técnicos de nuestro tiempo. La teología de este Cristo -si teología puede llamársele- es definitivamente antropocéntrica. 

Viene del hombre para el hombre, y no va más allá del hombre. Establece prioridades de orden material. Su reino es de este mundo y consiste en comida y bebida aparte del espíritu. Transformar las estructuras sociales es su objetivo supremo, aun cuando el individuo no cambie. En contraste con el Cristo individualista del protestantismo tradicional iberoamericano, este Cristo de los teólogos de izquierda es un furioso colectivista. Tiene obsesión de masas y está en peligro de perder de vista al individuo. En cierto modo este Cristo es un producto de nuestra ultra moderna civilización que despersonaliza al individuo y lo aplasta bajo la enorme maquinaria económico-social. La presencia del Cristo de izquierda en nuestra América no debiera causamos sorpresa. Tarde o temprano el Cristo socialmente inactivo vería interrumpido su sueño de siglos por el advenimiento de otro Cristo ansioso de hablar y actuar. Si el recién llegado es el genuino, el auténtico, queda por dilucidarse a la luz del Nuevo Testamento. ¿Por qué a la luz del Nuevo Testamento? Sencillamente porque no hay documentos más autorizados para hablamos del Cristo verdadero que los escritos novotestarnentarios. Es ahí donde por vez primera en la historia humana se describe la persona y obra de Jesús de Nazareth. En esas páginas antiguas se encuentra el testimonio de hombres que le conocieron de cerca y anduvieron con El. Ahí está la fuente del cristianismo, el manantial de donde recibimos la enseñanza de su fundador y maestro. Es por lo tanto el Nuevo Testamento la norma que determina la autenticidad o falsedad de nuestros cristos, la luz que pone al descubierto la verdad o el error de nuestro cristianismo, la espada flamígera que divide entre los que son y los que no son del Cristo, vale decir, del legítimo Cristo.

Un nuevo signo de esperanza se perfila en el horizonte de nuestra América hispana. Hay un retorno a la lectura de la Biblia en las diferentes comunidades eclesiales. El Libro de ayer, de hoy y de siempre está en muchas manos, delante de muchos ojos ávidos de conocimiento espiritual. De las páginas sagradas habrá de erguirse la presencia majestuosa del Cristo histórico, viviente y verdadero, en respuesta a la búsqueda de fe.

Emilio Antonio Núñez
Teólogo Latinoamericano

viernes, 19 de abril de 2019

Notre Dame

La Catedral de Notre Dame es la sede de la arquidiócesis de París Francia. Está situada en la pequeña isla de Cité rodeada por las aguas del río Sena. Esta Basílica del estilo gótico es Patrimonio de a Humanidad y uno de los monumentos más populares de la capital francesa. La primera piedra fue colocada  el 24 de marzo de de 1163 por el papa Alejandro III y se terminó en el 1345. El pasado lunes 15 de abril la Catedral de Notre Dame que tiene más de 850 años, quedó envuelta en llamas por accidente. La aguja icónica de 96 metros de altura se derrumbó, aunque la fachada y las torres principales siguen en pie. Los 1.3 millones de católicos del mundo entero hoy lamentan. la tragedia.

Al respecto quiero hacer tres comentarios: 

1. El incendio ocurrido, significa una pérdida monumental de historia y arte. Cada centímetro cuadrado que fue víctima de la vorágines de fuego, se llevó un retal valioso de la historia. La famosa fachada que sirvió de fondo para millones de fotografías que los visitantes de todo el mundo querían llevarse como un recuerdo por su paso por Paría, hoy luce tiznada y aciaga. Sin embargo, la historia de esta catedral  es gloriosa, y todo indica que renacerá, elegante e imponente como ha sido siempre.

2. Jesús es el Templo (Juan 2:19) y nosotros las piedras vivas (1 Pedro 2:5). La Catedral, es solo un edificio, vulnerable a la profanación y los saqueos (1793) y a los incendios accidentales (2019). Aunque todos los templos del mundo fuesen derribados al mismo tiempo, los cristianos seguiríamos adorando a Dios normalmente, en espíritu y en verdad, en cualquier momento y lugar, pues nosotros mismos somos el Templo del Trino Dios. (Juan 14:23)

3. El centro de la Pascua es Jesús de Nazareth. Jesús es la persona  más importante de la Semana Santa, de todo el 2019, de toda la historia y de todo el Universo. La Pascua significa la crucifixión, la muerte, la sepultura y la resurrección de Jesucristo.  La eternidad no tiene principio ni fin, pero tiene un centro y el centro de la eternidad es el hecho que el Verbo se hizo carne y murió en la cruz del calvario para salvarnos de nuestros pecados. Así que todo tu amor, todos tus pensamientos y toda tu pasión, tienen que estar enfocados en Jesús y no en María ni en la Catedral de Notre Dame. Jesús es el protagonista de la historia y el E. Santo quiere que todas las luces sean dirigidas hacia Él.  Carlos H. Suárez

jueves, 18 de abril de 2019

El Diluvio


Rebecca Connolly con Russell Grigg

'Cuando la humanidad se estaba ahogando en el diluvio, nadie pudo salvarse con excepción de Coxcox… y una mujer llamada Xochiquetzal, que se salvaron en una pequeña barca, la que arribó a la montaña llamada Culhuacán, donde tuvieron muchos hijos,… todos estos niños nacieron mudos, hasta que una paloma de un encumbrado árbol, les impartió lenguajes, pero como eran diferentes, no se entendían entre ellos. ¿Será una versión mutilada del evento narrado en la Biblia sobre Noé y la Torre de Babel? Quizás. La historia proviene de los Aztecas de México, una de tantas leyendas de culturas geográficamente remotas y grandemente divergentes, que hablan de una inundación catastrófica.

Una riqueza de leyendas sobre inundaciones

En una excavación en Irak, se encontraron unas tablas donde tienen registrados los mitos de la antigua Mesopotamia. Ellas hablan de una cultura Sumeria desaparecida, y de un rey llamado Gilgamesh. Se le conocía por su gran sabiduría y conocimiento. Gilgamesh relata la historia de un diluvio universal que le fue contada por Utnapishtim, un rey de una civilización anterior al Diluvio, y sobreviviente de la misma.

La historia relata que Ea, señor de las aguas y guardián del hombre, previno a Utnapishtim del diluvio por el cual los dioses planeaban exterminar a la humanidad. Ea le dijo a Utnapishtim, 'destruye tu casa para hacer una barcaza y poner dentro de ella, una semilla de toda criatura viviente. … Cada lado de la barcaza era de 60 m, construyendo un cuadrado'. Tenía 7 niveles. El diluvio en sí fue espeluznante, con furia desatada. Utnapishtim relató que 'el dios de la tormenta cambió la luz del día en oscuridad, cuando aplastaba la Tierra como una taza'. Una vez que la tempestad pasó, Utnapishtim 'miró la faz de la Tierra y todo estaba en silencio, toda la humanidad había regresado al barro. La superficie del mar se extendía totalmente plana, como un techo… por todos lados estaban los despojos del agua'. Utnapishtim dejó ir una paloma la cual regresó, pues no halló lugar seco para reposar, y después una golondrina, con el mismo resultado. Finalmente, dejó ir un cuervo que nunca regresó. La barcaza descansó sobre lo alto de una montaña y Utnapishtim ofreció un sacrificio.2 Los indios del Norte de América también tienen varias historias de inundaciones universales. Una de ellas, de la tribu Choctaw, relata cómo, hace mucho tiempo, el hombre vino a ser tan corrupto que el Gran Espíritu lo destruyó a través de un diluvio. Sólo un hombre pudo salvarse, un profeta al que la gente despreciaba sus advertencias, y al que el Gran Espíritu dirigió para construir una balsa de troncos de sasafrás. Después de muchas semanas, un pequeño pájaro guio al profeta a una isla donde el Gran Espíritu transformó al pájaro en una bella mujer que vino a ser la esposa del profeta. Sus hijos repoblaron el mundo.3 De la misma forma, existen muchas historias de un diluvio entre los aborígenes australianos. Una de ellas cuenta que, hace mucho tiempo, hubo una inundación que cubrió las montañas, por lo que muchos de los Nurrumbungutias, o espíritus de hombre y mujer, fueron ahogados. Otros, incluyendo a Pund-jil, fueron levantados por un remolino al cielo. Cuando las aguas retrocedieron, y las montañas aparecieron de nuevo, y el mar regresó a su lugar, el hijo y la hija de Pund-jil 'regresaron a tierra siendo el primer hombre y la primera mujer verdaderos que vivieron en el mundo que ahora conocemos'.4

Los escolares Jesuitas fueron los primeros europeos en lograr el acceso al 'Libro de todo conocimiento', del tiempo antiguo Chino. Esta colección de 4,320 volúmenes, habla acerca de las repercusiones de la rebelión de la humanidad en contra de los dioses: 'La Tierra fue deshecha desde sus fundamentos. Los cielos se hundieron hacia el norte. El Sol, la Luna, y las estrellas, cambiaron su movimiento. La Tierra se cayó en pedazos y las aguas brotaron de sus fuentes violentamente inundando la Tierra'.5

Otra historia, es la del folklore de Bahnars, una tribu primitiva de Cochin, China. Nos habla de cómo los ríos crecieron 'hasta que las aguas alcanzaron los cielos, y todo ser viviente pereció a excepción de dos, un hermano y una hermana, que fueron salvados en un enorme baúl. Ellos llevaron en el baúl una pareja de toda clase de animales… 6 Historias del Diluvio del continente africano son raras, pero una de Egipto, nos habla de un antiguo dios de la creación, Tem, quién 'fue responsable del diluvio que cubrió la Tierra entera y destruyó toda la humanidad, a excepción de los que estaban en la barca con él'.7

Los Incas del Perú también tienen una tradición sobre un diluvio. Ellos dicen que 'el agua subió arriba de las montañas más altas del mundo, por lo que pereció toda persona y todas las cosas creadas. Nada escapó a excepción de un hombre y una mujer, que flotaron en una caja sobre la faz del agua y así se salvaron'.8

Las historias de las tribus Teutónicas de Escandinavia son vívidas y describen eventos terribles. La narración de estas leyendas enfatiza la magnitud del cataclismo. Uno de estos relatos, refleja el caos del mundo cuando 'el poderoso lobo Fenrir se sacudió, haciendo temblar al mundo. El árbol antiguo de fresno Yggdrasil (considerado como el eje de la Tierra) fue sacudido desde sus raíces, hasta sus ramas más altas. Las montañas se derrumbaron o se partieron desde abajo hasta arriba… Los hombres fueron forzados a apartarse de sus hogares y la raza humana fue erradicada de la superficie de la Tierra. El mismo mundo estaba empezando a perder su forma. Ya las estrellas estaban a la deriva y caían al vacío… Las flamas salían de las fisuras de las rocas; por todos lados se oía el silbido del vapor. Todos los seres vivientes, toda vida vegetal fue exterminada… Y todos los ríos, todos los mares crecieron y se desbordaron. Por todos lados, las olas chocaban entre ellas. Ellas crecían y hervían cubriendo lentamente todas las cosas. La tierra se hundió en el mar… Después, la tierra lentamente empezó a salir de las olas. Las montañas se levantaron… el hombre también reapareció… escondidos en el tronco del fresno Yggdrasil… los ancestros de una raza humana futura habían escapado de la muerte.

Gran coherencia con el relato del Diluvio en tiempos de Noé

Existen cerca de 500 leyendas de un diluvio universal. Muchas de ellas muestran similitudes extraordinarias, con muchos aspectos parecidos a los detalles Bíblicos del Diluvio (ver los comentarios sobre 'Historias de diluvios alrededor del mundo'). Tenemos algunas opciones para explicar esto. Quizá todas las personas de estas civilizaciones remotas experimentaron diferentes diluvios con todas estas características en común, en las que basaron sus historias. Sin embargo, la conclusión más lógica y congruente es que todas estas leyendas tienen sus raíces en la misma experiencia del Diluvio universal, relatada en Génesis. ¿Si es tan lógica, por qué los escépticos rechazan que hubo un diluvio universal? La Biblia dice que las personas voluntariamente cierran su entendimiento: 'Estos ignoran voluntariamente, que en el tiempo antiguo fueron hechos por la palabra de Dios los cielos y también la Tierra, que proviene del agua y por el agua subsiste, por lo cual el mundo de entonces pereció anegado de agua' (2 Pedro 3:5-6).

La Biblia también nos dice que viene otra catástrofe: 'Pero el día del Señor vendrá como ladrón en la noche; en el cuál los cielos pasarán con grande estruendo, y los elementos ardiendo serán deshechos, y la Tierra y las obras que en ella hay serán quemadas'. (2 Pedro 3:10) Demasiadas veces nos confiamos en la seguridad de que habrá otro amanecer. Confiamos vanidosamente del delicado balance que hace posible la vida en nuestro planeta. Las profecías y leyendas antiguas, corrupciones del verdadero recuento original, nos ayudan a recordar nuestra vulnerabilidad ante Dios. Debemos postrarnos en nuestras rodillas humildemente de acuerdo con Sus propósitos, los únicos que realmente cuentan.

Referencias y notas

Frazer, J.G., Folklore in the Old Testaments: Studies in Comparative Religion, Legend and Law (Abridged Edition), (Folklore en el Antiguo Testamento: Estudios comparativos en religiones, leyendas, y leyes), Avenel Books, New Cork, NY, EE.UU., p. 107, 1988.
Sanders, N.K., The Epic of Gilgamesh (La Épica de Gilgamesh), Penguin Classics, Londres, pp. 108–113, 1972.
Morrison, W.B., Ancient Choctaw Legend of the Great Flood, (Leyenda Antigua Choctaw sobre el gran diluvio), <www.isd.net/mboucher/choctaw/flood1.htm>, 8 de septiembre, 2000.
Reed, A.W., 'The Great Flood' (El gran diluvio), en Aboriginal Fables and Legendary Tales (Cuentos legendarios y fábulas aborígenes), Reed Books, Sydney, Australia, pp. 55–56, 1965.
Berlitz, C., The Lost Ship of Noah, (El Arca perdida de Noé), W.H. Allen, Londres, Reino Unido, p. 126, 1987.
Ref. 1, p.82.
Mercante, A.S., Enciclopedia of World Mythology and Legends (Enciclopedia de Mitologías y Leyendas del Mundo), Child & Associates Publishing, NSW, Australia, p. 613, 1988.
Ref. 1, pp. 105–106.
The Larousse Encyclopedia of Mythology (Enciclopedia de mitología Larousse), Chancello Press, Londres, Reino Unido, pp. 275–277, 1996.
Rebecca Conolly, Lic. (honores) y M.C. en Ingeniería Eléctrica. Trabaja como ingeniero de desarrollo en agricultura de precisión y técnicas de posicionamiento de satélite. Actualmente escribe y es consultora en su domicilio particular e Bulawayo, Zimbabwe.
Russell Grigg, M.C. (honores). Fue químico industrial antes de servir 20 años en Compañerismo Misionero Internacional. Ahora trabaja en Respuestas en Génesis, Australia.
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miércoles, 17 de abril de 2019

Las religiones (I parte)


Una reflexión...

La historia de las religiones es un tema fascinante. En el albor mismo de la historia —o de la prehistoria— el ser humano se preguntaba por su origen, por su destino, por la vida y la muerte, por su vulnerabilidad ante los fenómenos de la naturaleza y las enfermedades. Preguntas nada fáciles para un conocimiento entonces muy limitado, un intelecto en ciernes, pero no por eso menos inquisitivo y curioso. El instinto fundamental de supervivencia hacía que los seres humanos buscaran respuestas a sus interrogantes existenciales. Surgieron así las primeras conjeturas con respecto a todo. Así mismo surgieron los mitos y leyendas, que son narraciones fabulosas e imaginarias que intentan dar una explicación no racional a la realidad inexplicable.

Recuerdo cuando estaba en mis primeros años de la primaria, lo fascinante que me parecía la leyenda de Manco Cápac y Mama Ocllo saliendo de las espumas del lago Titicaca para fundar el Imperio de los Incas. En el primer año de mi educación secundaria en el curso de Historia Universal, me atraían mucho las religiones de las primeras culturas de la Mesopotamia. Los conceptos de monoteísmo, politeísmo y panteísmo empezaron a llamar mi atención y a formar mis primeros conceptos teológicos. Entonces llevábamos el curso de Historia Universal por cuatro horas a la semana, aparte de Historia del Perú y de Geografía, que también se llevaban por otras cuatro horas semanales cada una, haciendo un total de dieciséis horas semanales de lo que hoy llaman Ciencias Sociales. No sé si se dicta por todo ese tiempo. Así mismo empecé a sentir mi primer orgullo arrogante sobre mi religión “monoteísta” y un poco disimulado desprecio por los “paganos”, que incluía también a los católicos romanos que siendo cristianos y monoteístas, adoraban a los santos y las imágenes.

En Historia del Perú en el segundo año de secundaria, estudiamos sobre la religión en la época de la Colonia. Con horror me di cuenta que algo andaba mal con la religión humana. La “Santa” Inquisición me horrorizó terriblemente. Y a partir de entonces fue muy duro descubrir que los peores horrores y crímenes de lesa humanidad las han cometido casi todas, si no todas, las religiones del mundo. Sanguinarias y atroces guerras en nombre de Dios o de los dioses. Y es aun más increíble que hoy en día, todavía se siga persiguiendo, torturando y matando en nombre de la religión o de un dios.  ¿Cómo entender que esas creencias obtusas puedan dominar el pensamiento de un ser humano y la idiosincrasia de todo un pueblo? ¿Qué hay en la religión que puede cautivar y mantener prisioneras a millones de mentes que podrían vivir en libertad, confraternidad y tolerancia? ¿Acaso toda esas energía mental-espiritual usada para fanatizar y odiarse entre si no podría usarse mejor buscando entre todos la tan anhelada paz y justicia para toda la humanidad? ¿Por qué no poder creer y expresar con libertad lo que creo y siento y al mismo tiempo respetar lo que los demás creen y sienten? ¿Qué derecho tengo yo a imponer mis creencias por la fuerza, a otros que no creen como yo?

Pero tal vez la pregunta que más atrae mi curiosidad es, ¿Cómo es que millones de seres pensantes en el mundo, con un maravilloso cerebro capaz de descubrir sofisticadas leyes naturales que puestas en marcha han traído tanto adelanto a la humanidad, pueda dejarse dominar por ideas obtusas sobre Dios y el destino humano? ¿Cómo es que tantos seres humanos pueden llegar al fanatismo, y creer horrorosas ideas sobre torturas infinitas, y premios inefables por matar en nombre de Dios? ¿Cómo pueden decir que el amor de Dios es inconmensurable, infinito y eterno, y a la vuelta de la esquina creer ese que mismo Dios te puede condenar y torturar por la eternidad? ¿Solo porque un ser humano finito, no pudo comprender una mente non plus ultra superior?  Todo esto nos lleva a una pregunta primordial, ¿Es mala la religión? No me extraña que mentes brillantes de filósofos, científicos y humanistas digan que sí. La historia del cristianismo es en parte detestable como la de otras religiones.

Pero la religión sin las desviaciones que los religiosos le han impreso fue y es un apoyo 
saludable para la humanidad. Con la expresa aclaración, que Dios es una cosa y la religión es otra. Los seres humanos tenemos aun muchísimas preguntas sobre la existencia, el ser, la vida, el futuro, la muerte, etc., etc. Además, no se puede negar que el sentido de espiritualidad que tenemos y la necesidad de expresar nuestra fe son factores reales en nuestro ser. Pero reglamentar y dogmatizar todo eso es religión, y expresarlo libremente es espiritualidad.

La religión entendida como un sistema de creencias, cosmovisiones relacionadas con la humanidad y con valores morales, impregnada de la cultura de un pueblo, ha servido y sirve para guiar y dar identidad a los pueblos. Cada religión con sus símbolos, tradiciones, historias sagradas, le dan sentido a la vida de los creyentes y al origen del universo.

Se dice que hay en el mundo más o menos 4,200 religiones. En realidad me extraña que no haya 7 mil millones de religiones. ¿Por qué digo esto? Porque la espiritualidad de cada ser humano es única, como lo es la propia personalidad de cada quien. Cómo yo entiendo a Dios y me relaciono con El, no tiene que ser la forma de entenderlo de todos ustedes: Así como cada uno de nuestros hijos e hijas tienen una personalidad diferente, aunque pueden parecerse mucho entre ellos por los genes, el entorno familiar y social, así mismo deberían ser la religiones: una gran familia unida por intereses y entendimientos espirituales parecidos, pero nunca iguales. Unidos, pero no uniformados; y mucho menos a la fuerza.
¿Dónde y cuándo falla la religión? La respuesta escribe miles y miles de páginas de la historia y no pocas con sangre. Pero tiene un origen y una esencia: la condición humana. Como Pastor, amante de Dios, de la teología y del humanismo, repito una y otra vez el adagio, “Una buena idea crea un movimiento, el movimiento crea un organización, la organización mata la buena idea.

En el principio de la historia de toda religión hubo la necesidad de reunirse en comunidad para expresar la fe común y también las dudas comunes, y para adorar al Creador de todo. Esa era la buena idea. Esta buena idea puso en movimiento la fe y la espiritualidad reverente de cada quien. Movidos por esa buena idea hubo necesidad de organizarse. Aquí se puso en peligro la buena idea y el movimiento que generó. Pero de todas maneras surgió la organización y la religión se echó a perder.

El liderazgo religioso pronto descubrió lo manipulable que era la gente a través de la fe y el poder que ésta les daba: Así se corrompió el sacerdocio, que pronto se convirtió en una clase social aliada al poder, con muchos derechos y privilegios preferenciales. En el Perú el cardenal y todos los obispos romanos reciben un sueldo del Estado equivalente a la de un ministro, o sea de nuestros impuestos. Nos obligan a pagar aun a los que no somos católicos romanos. En la mayoría de las religiones el mismo rey, o cacique, o jefe de la tribu era el gobernante supremo y el sumo sacerdote a la vez. Es interesante que hoy en día, siglo XXI, la reina de Inglaterra sea Jefe de la iglesia Anglicana en Inglaterra y Jefe de la iglesia Presbiteriana en Escocia. Jerárquicamente ella está por encima de las máximas autoridades de esas iglesias y las nombre a dedo.

La manipulación sacerdotal llegó a hacer creer a la gente que todos tenían que aceptar a ciegas lo que decía el sacerdote y que sin él no podía haber comunicación con Dios. Se desterró la unidad en la fe para imponer la uniformidad por el poder, para que nadie desafiara la autoridad totalitaria de los gobernantes ya sean políticos o eclesiásticos. Algo aberrante y contra la autentica espiritualidad que debe ser siempre libre y basada en el supremo bien y respeto a los demás. ¿Qué o quién es un sacerdote? La palabra sacerdote viene del latín “sacerdos” o “sacerdotis”, que quiere decir encargado de hacer cosas sagradas. El ejercicio del sacerdocio subyace en la idea de que los seres humanos estamos separados de Dios por el pecado, y por lo tanto no podemos acceder directamente a Él. Es necesario para ello un sacerdote quien hace básicamente dos cosas: oficia los ritos sagrados y media entre Dios y el pueblo. Esta es la naturaleza fundamental de un auténtico sacerdocio: servir a Dios y al pueblo. Pero como ya hemos dicho, con el tiempo y por la condición humana el sacerdocio se corrompe. La casta sacerdotal ya no es pastoral sino todo lo contrario, en vez de servir al rebaño se sirve de él. ¿Alguna diferencia con los políticos y muchos religiosos de hoy? Ninguna.

Cristo abolió el sacerdocio constituyéndose El mismo sumo sacerdote de toda la humanidad, por voluntad del Padre y por lo que cumplió en los días de su vida en la tierra. El es un sacerdote autentico porque pasó la prueba de humildad, servicio y pureza para ser el intercesor de la humanidad ante Dios. En Él se cumple a cabalidad Isaías 53 y sería bueno leerlo una y otra vez y luego leer la Carta a los Hebreos para entender por qué Cristo es nuestro sumo sacerdote, El, solo El y nadie más que El. En cumpliendo ese sacerdocio que le encomendó Dios, dice la carta a los Hebreos, “en los días de su vida terrena [Cristo] ofreció ruegos y súplicas con gran clamor y lágrimas al que lo podía librar de la muerte, y fue oído a causa de su temor reverente.” Porque el verdadero sacerdote suplica, no condena; intercede, no asusta; amonesta con amor, no excomulga ni separa. Él mismo siendo quien era, le dio la Comunión al mismísimo Judas, sabiendo que lo iba a traicionar.  Los sacerdotes de su tiempo no lo entendieron y fueron los autores intelectuales de su crucifixión. Su nueva forma de entender las Escrituras era peligrosa porque desafiaba los dogmas de la religión establecida; actuaba con un increíble sentido de inclusión, cosa que los sacerdotes de su tiempo no practicaban ni por asomo. Aunque la palabrita—inclusión—no fue expresada por El, pero los religiosos conservadores y fundamentalistas de su época le tenían terror porque Él se juntaba—incluía, no excluía—con todos y todas los que la religión descalificaba y excluía.

Jesús era de la tribu de Judá, no de la de Leví de dónde venían por exclusividad lo sacerdotes del Antiguo Testamento Siendo que la necesidad de sacerdote implica la imperfección humana, y por eso la necesidad de un mediador, llama fuertemente mi atención que Jesús de Nazareth se declare así mismo de la siguiente manera: La Luz del mundo, La Puerta, El buen Pastor, La Resurrección y la Vida, El Camino, la Verdad y la Vida  y La vid verdadera.

Si no viéramos en los evangelios Su vida entregada en amor por la humanidad, si no lo viéramos desafiando a la religión establecida y condenando la injusticia de los gobernantes de su época, si no le viéramos tocando y juntándose con los intocables, todas esas declaraciones sobre si mismo nos parecerían una locura arrogante. Pero el sacerdocio de Cristo tiene una singularidad más. En el sacerdocio del Antiguo Testamento, el sumo sacerdote presentaba la ofrenda por la expiación por todo el pueblo, solo una vez al año, llevando la sangre del cordero sacrificado al altar de la expiación. Cristo lleva su propia sangre directamente a Dios, convirtiéndose así no solo en el único Sumo Sacerdote de toda la humanidad, antes y después de Él, sino que también el mismo es el Cordero del sacrificio. Pero este Cordero no era un animal, irracional, que no sabía lo que estaban haciendo con él en el momento de sacrificarlo. Este es el Cordero que Dios provee para la verdadera reconciliación de Dios con el ser humano. Por eso la Biblia dice: “Este es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo. Dichosos los invitados a la mesa del Señor”.

Esta es la verdad de Dios en Cristo. Esto puede parecer religión, pero no lo es. Porque no hay condicionamientos ni exclusividades. La iglesia, en tanto humana, ha contaminado las verdades de Cristo con enseñanzas antojadizas, dogmas fuera de lugar, reglas exclusivistas y muchas otras enseñanzas.  Por lo tanto la iglesia es un medio para conocer a Dios y no un fin en sí misma. No es la religión que te salva, sino Cristo quien murió en la cruz por ti y por mí hace 2000 años. Si le aceptares con todo tu corazón y te arrepintieras de tus pecados serás salvo por toda la eternidad. No lo dice el hombre sino su Palabra que es la Biblia.

“Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna. Porque no envió Dios a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él”.  Juan. 3:16, 17.

Anónimo

Salmo 145:9

Los que, en virtud de problemas y tentaciones, abundan en la oración ferviente, tendrán a su tiempo abundan en alabanzas de agradecimiento, que es el verdadero lenguaje de la santa alegría. Sobre todo debemos hablar del trabajo maravilloso de Dios de la redención, mientras declaramos su grandeza. Por ninguna liberación de los israelitas, ni el castigo de los pecadores, por lo proclama claramente la justicia de Dios, como la cruz de Cristo presenta a la mente iluminada. Se puede decir en verdad de nuestro Señor Jesucristo, que sus palabras son palabras de bondad y gracia; sus obras son obras de bondad y gracia. Él está lleno de compasión; por lo tanto, que vino al mundo para salvar a los pecadores. Cuando en la tierra, mostró su compasión tanto a los cuerpos y las almas de los hombres, por la curación de la una, y que hace sabio al otro. Él es grande en misericordia, un Sumo Sacerdote misericordioso, a través de quien Dios es misericordioso con los pecadoresMatthew Henry

La Soberanía de Dios en la historia


 Robert Deffinbaugh
Traducido por Juanita Contesse G.

Introducción

«Todos en mi familia están convencidos que Dios condujo a un collie llamado Levi a nuestra puerta.  Su nombre estaba grabado en el rótulo que colgaba alrededor de su cuello, cuando llegó.  ¿Pueden imaginarse a un perro llamado Levi encontrad en la casa de los Strauss?  Nuestro hijo menor había estado orando por un perro por cerca de tres años; pero le habíamos indicado algunos requerimientos muy estrictos.  Tenía que ser un perro bien estrenado.  Tenía que ser gentil, aseado, dócil por cuanto tenía que vivir en el hogar de un pastor en el cual entraban regularmente muchos visitantes.

Cuando mi esposa devolvió al perro a su dueño, cuya dirección también estaba grabada en el rótulo, le dijo: “Si alguna vez desean deshacerse del perro, por favor háganmelo saber”.  La sorprendente respuesta fue: “La verdad es que sí quiero hacerlo.  Estoy buscando un buen hogar para él en estos momentos”.  Mi esposa le dijo que si nos permitía pensarlo por esa noche.  Para nuestro deleite, Levi abandonó su casa y encontró el camino a la nuestra a la mañana siguiente.  Esta vez decidimos que se podía quedar.  Cuando el dueño nos trajo sus papeles, supimos que Levi había sido concebido más o menos en el mismo tiempo que nuestro hijo había comenzado a orar por un perro; había nacido el mismo día del cumpleaños de mi esposa y que era un graduado con honores en la escuela de obediencia.  Nunca nadie nos convencería que la llegada de Levi no fue otra cosa que la obra de gracia de nuestro Dios soberano.  Además, cumplía con todo el resto de los requerimientos» [1]

Virtualmente, todos los cristianos dan por lo menos un consentimiento oral a la soberanía de Dios.  Existen demasiados textos que nos enseñan esta verdad, como para negarla:

“Jehová estableció en los cielos su trono, y su reino domina sobre todos”  (Salmo 103:19).
“Nuestro Dios está en los cielos; todo lo que quiso ha hecho”  (Salmo 115:3).
“Porque yo sé que Jehová es grande, y el Señor nuestro, mayor que todos los dioses.  Todo lo que Jehová quiere, lo hace, en los cielos y en la tierra, en los mares y en todos los abismos”  (Salmo 135:5-6).

El significado de la soberanía, puede resumirse así: Ser soberano es poseer un poder y una autoridad suprema de manera que se está en completo control y puede hacer lo que se quiera.

En libros que tratan los atributos de Dios, podemos encontrar un número similar de definiciones de la soberanía:

«Los diccionarios nos dicen que soberanía significa lo principal o lo más alto, supremo en poder, superior en posición, independiente e ilimitado por nadie» [2]
«Aún más, Su soberanía requiere que Él sea absolutamente libre, lo que simplemente significa que Él debe ser libre para hacer lo que quiera, en cualquier lugar y en cualquier tiempo, para el desarrollo de Su propósito eterno en cada ínfimo detalle sin ninguna interferencia.  Si Él fuera menos que libre, Él sería menos que soberano.

Tomando la idea de una libertad no calificada, ésta requiere un esfuerzo vigoroso de la mente.  No estamos sicológicamente en condiciones de comprender la libertad, excepto en una forma imperfecta.  El concepto que tenemos de ella, ha sido formado en un mundo donde no existe la libertad absoluta.  Aquí, cada uno de los objetos naturales es dependiente de muchos otros y esa dependencia limita su libertad» [3]

«Se dice que Dios es absolutamente libre porque nadie ni nada puede ser un obstáculo para Él u obligarlo a hacer algo, o a detenerlo.  Él es capaz de hacer lo que le plazca siempre, en cualquier lugar y para siempre.  Ser así de libre, también significa que Él debe tener una autoridad universal.  Por las Escrituras sabemos que Él tiene un poder ilimitado y podemos deducirlo de otros de Sus atributos» [4]

«Sujeto a nada, sin influencias de nadie, absolutamente independiente; Dios hace lo que le place, sólo de la manera en que Él desea y siempre como Él quiere.  Nadie puede contrariarlo u obstaculizarlo.  De manera que Su propia Palabra lo declara expresamente: “Mi consejo permanecerá, y haré todo lo que quiero”  (Isaías 46:10b).  “...y él hace según su voluntad en el ejército del cielo,  y en los habitantes de la tierra, y no hay quien detenga su mano...”  (Daniel 4:35b).  La soberanía divina significa que Dios es un Dios de hecho, al igual que en Su nombre, Él está en el Trono del universo, dirigiendo todas las cosas, obrando en todas las cosas, “...según el designio de su voluntad”  (Efesios 1:11b)» [5]

«La supremacía de Dios en las obras de Sus manos, se representa vívidamente en las Escrituras.  Los asuntos inanimados, las criaturas irracionales, todo se desarrolla al mandato del Hacedor.  A Su placer, el Mar Rojo se dividió y sus paredes se levantaron como paredes (Éxodo 14); y la tierra abrió su boca y cayeron dentro rebeldes culpables (Números 14).  Cuando Él lo ordenó, el sol se detuvo (Josué 10); y en otra ocasión hizo regresar la sombra diez grados en el reloj de Acaz.  Para ejemplificar Su supremacía, él hizo que los cuervos le llevaran alimento a Elías (1 Reyes 17), hierro que flotó sobre las aguas (2 Reyes 6:5); leones que no abrieron sus fauces cuando Daniel fue echado en el foso; fuego que no quemaba cuando los tres hebreos fueron arrojados a las llamas.  Es así que, “Todo lo que Jehová quiere, lo hace, en los cielos y en la tierra, en los mares y en todos los abismos” (Salmo 135:6)» [6]

En un mundo mal dispuesto a reconocer la existencia de Dios, no debiéramos esperar que los incrédulos abracen la doctrina de la soberanía de Dios:

«El ‘dios’ del siglo veinte, no se parece más a la Soberanía Suprema de las Sagradas Escrituras que la llama desfalleciente de una vela, frente al sol del mediodía.  El ‘dios’ del cual se habla en estos días en la media de nuestros púlpitos, del que se habla en las Escuelas Dominicales, del que se menciona en la mayoría de la literatura de este tiempo y del que se predica en la mayoría de las llamadas Conferencias Bíblicas, es una invención de la imaginación humana, una invención de un sentimentalismo excesivo...  Un ‘dios’ cuya voluntad es resistida, cuyos designios son frustrados, cuyo propósito es puesto en jaque y que no posee un título de Deidad y tan lejos de ser el objeto apropiado de adoración, nada de méritos sino sólo desacatos» [7]

En una iglesia, podríamos esperar que el cristiano abrace la doctrina de la soberanía de Dios, tanto por ser una doctrina bíblica como una verdad.  Esto puede observarse en teoría; pero no en la práctica.  Nuestros problemas con la soberanía de Dios, a menudo llegan cuando ‘la rueda se encuentra con el pavimento’.

«Dios es verdadera y perfectamente soberano.  Esto significa que Él es lo más alto y lo más grande que existe.  Él controla todo, Su voluntad es absoluta y hace todo lo que desea.  Cuando oímos estas afirmaciones, las podemos comprender razonablemente bien y por lo general las podemos manejar hasta que Dios permite que nos suceda algo que no nos gusta.  Entonces nuestra reacción normal es resistir la doctrina de Su soberanía.  Más que encontrar consuelo en ello, nos enojamos con Dios.  Si Él puede hacer todo lo que desea, ¿por qué permite que suframos?  Nuestro problema es una incomprensión de la doctrina y un conocimiento inadecuado de Dios» [8]

Es de vital importancia para todo cristiano comprender la doctrina de la soberanía de Dios.  He decidido considerar este tema, en dos lecciones.  La primera, considera la Soberanía de Dios sobre las naciones del mundo a través de la historia y la siguiente, refleja la Soberanía de Dios en la salvación.  El atributo de la soberanía de Dios, pone en problemas a mucha gente y a muchos cristianos.  Pero la soberanía de Dios es crucial porque se enseña en la Biblia y porque es la base para una vida en Dios.  Debemos leer la Palabra de Dios y oír al Espíritu de Dios, para que nos enseñen lo que necesitamos saber acerca de la soberanía de Dios.

Mientras buscaba en las Escrituras una definición concisa de la soberanía divina, me sorprendí al aprender que la definición no se encontraba en el Nuevo Testamento, ni en la pluma del apóstol Pablo, ni la teníamos en Moisés en su Ley y tampoco en alguno de esos grandes profetas como Isaías o Jeremías.  La definición más clara de la soberanía de Dios, viene de los labios de Nabucodonosor, el rey de Babilonia.  Allí no encontramos un reconocimiento de la soberanía de Dios expresado de malas ganas, sino una expresión de adoración y alabanza:

“Más al fin del tiempo yo Nabucodonosor alcé mis ojos al cielo, y mi razón me fue devuelta; y bendije al Altísimo, y alabé y glorifiqué al que vive para siempre, cuyo dominio es sempiterno, y su reino por todas las edades.  Todos los habitantes de la tierra son considerados como nada; y él hace según su voluntad en el ejército del cielo, y en los habitantes de la tierra, y no hay quien detenga su mano y le diga: ¿Qué haces?”  (Daniel 4:34-35).

Este reconocimiento de la soberanía de Dios, está hecho por un hombre que sabe más de la soberanía humana que cualquier americano.  Entre los reyes de la historia, este rey es “el rey de reyes” (Daniel 2:37).  Él es la “cabeza de oro” (Daniel 2:38).  Al comparar el resto de los imperios del mundo con este reino, los primeros son descritos como ‘inferiores’ (ver 2:39-43).  Cuando Daniel le habló a Beltsasar del reino de su padre, Nabucodonosor, describió la extensión de sus dominios:

“El Altísimo Dios, oh rey, dio a Nabucodonosor tu padre el reino y la grandeza, la gloria y la majestad.  Y por la grandeza que le dio, todos los pueblos, naciones y lenguas temblaban y temían delante de él.  A quien quería mataba, y a quien quería daba vida; engrandecía a quien quería, y a quien quería humillaba”  (Daniel 5:18-19).

En nuestro mundo, no tenemos un líder político que ni siquiera se aproxime a la clase de soberanía humana que vemos en Nabucodonosor.  El oficio de Presidente de los Estados Unidos, es una posición de gran poder; pero no es un ejemplo de soberanía.  El ex Presidente Richard Nixon, no se vio libre para conducir al país como él quería.  Su rol en la conspiración Watergate, le costó su estadía en la Casa Blanca.  Los presidentes pueden ser criticados (y removidos de su cargo), por conductas sexuales o morales inadecuadas.  Ciertamente, no están en condición de cobrar todas sus cuentas, crear cualquier programa que deseen o señalar algún subalterno que les place.

Nabucodonosor fue un hombre de un gran poder militar y político.  Gobernó la nación (Babilonia) con muñeca de hierro y Babilonia dominó todos los poderes del mundo de aquellos días.  Era el comandante que derrotó y destruyó Jerusalén y quien llevó cautivos a Babilonia, a la mayoría de los judíos.    El pueblo de Judá parecía insignificante e impotente frente a este gran hombre, Nabucodonosor y en realidad lo eran.  Pero el Dios de los judíos es el Único Dios verdadero y grande.  Dios quiso demostrar Su soberanía en la historia y sobre todas las naciones de la tierra, trayendo a un sumiso Nabucodonosor a arrodillarse frente a Él y adorarle.
Esta lección estará enfocada en Daniel 2-4; tres Capítulos que describen los tres eventos que llevaron a Nabucodonosor a arrodillarse con sumisión ante el Dios de los judíos.  Veremos de estos tres eventos, cómo Dios demostró Su soberanía sobre las naciones de la tierra y también veremos cómo Dios es soberano en la historia.

Daniel 2: El Sueño de Nabucodonosor y una Revelación Divina

Como resultado de la persistente rebelión de Israel en contra de Dios y su fracaso en seguir las advertencias de los profetas, Dios levanta a Babilonia para derrotar y destruir a Jerusalén a través de una serie de campañas militares:

“De ocho años era Joaquín cuando comenzó a reinar, y reinó tres meses y diez días en Jerusalén; e hizo lo malo ante los ojos de Jehová.  A la vuelta del año el rey Nabucodonosor envió y lo hizo llevar a Babilonia, juntamente con los objetos preciosos de la casa de Jehová, y constituyó a Sedequías su hermano por rey sobre Judá y Jerusalén.  De veintiún años era Sedequías cuando comenzó a reinar, y once años reinó en Jerusalén.  E hizo lo malo ante los ojos de Jehová su Dios, y no se humilló delante del profeta Jeremías, que le hablaba de parte de Jehová.  Se rebeló asimismo contra Nabucodonosor, al cual había jurado por Dios; y endureció su cerviz, y obstinó su corazón para no volverse a Jehová el Dios de Israel.  También todos los principales sacerdotes, y el pueblo, aumentaron la iniquidad, siguiendo todas las abominaciones de las naciones, y contaminando la casa de Jehová, la cual él había santificado en Jerusalén.  Y Jehová el Dios de sus padres envió constantemente palabra a ellos por medio de sus mensajeros, porque él tenía misericordia de su pueblo y de su habitación.  Mas ellos hacían escarnio de los mensajeros de Dios, y menospreciaban sus palabras, hasta que subió la ira de Jehová contra su pueblo, y no hubo ya remedio.  Por lo cual trajo contra ellos al rey de los caldeos, que mató a espada a sus jóvenes en la casa de su santuario, sin perdonar joven ni doncella, anciano ni decrépito; todos los entregó en sus manos.  Asimismo todos los utensilios de la casa de Dios, grandes y chicos, los tesoros de la casa de Jehová, y los tesoros de la casa del rey y de sus príncipes, todo lo llevó a Babilonia.  Y quemaron la casa de Dios, y rompieron el muro de Jerusalén, y consumieron a fuego todos sus palacios, y destruyeron todos sus objetos deseables.  Los que escaparon de la espada fueron llevados cautivos a Babilonia, y fueron siervos de él y de sus hijos, hasta que vino el reino de los persas; para que se cumpliese la palabra de Jehová por boca de Jeremías, hasta que la tierra hubo gozado de reposo; porque todo el tiempo de su asolamiento reposó, hasta que los setenta años fueron cumplidos”  (2 Crónicas 36:9-21; ver también Jeremías 25:1-14; 29:15-20).

En uno de los primeros ataques sobre Jerusalén, Daniel fue llevado cautivo (Daniel 1:1-7),  Daniel y sus tres amigos reconocieron que su cautiverio fue el juicio de Dios a la nación, por su pecado y sabían que después de 70 años, Dios restauraría nuevamente al pueblo a su tierra (ver Daniel 9:1-2).  Se comprometieron a mantenerse puros de la idolatría de Babilonia y no se alimentaron de las provisiones normales de comida para los cautivos (Daniel 1:8-16).  Así fue que estos cuatro jóvenes se distinguieron de los demás por su sabiduría y Daniel también era capaz de interpretar sueños y visiones (1:17-21).

Una noche, Nabucodonosor tuvo un sueño que no comprendió y que le provocó mucha desazón.  Cuando convocó a los hombres sabios de la tierra, deseaba tener la certeza que la interpretación que le dieran fuera genuina, por lo que lo primero que hizo fue que ellos le contaran el sueño y después que le dieran su interpretación.  La respuesta de sus sabios, es importante:

“Los caldeos respondieron delante del rey, y dijeron: No hay hombre sobre la tierra que pueda declarar el asunto del rey; además de esto, ningún rey, príncipe ni señor preguntó cosa semejante a ningún mago ni astrólogo ni caldeo.  Porque el asunto que el rey demanda es difícil, y no hay quien lo pueda declarar al rey, salvo los dioses cuya morada no es con la carne.  Por esto el rey con ira con gran enojo mandó que matasen a todos los sabios de Babilonia.  Y se publicó un edicto de que los sabios fueran llevados a la muerte; y buscaron a Daniel y a sus compañeros para matarlos”  (Daniel 2:10-13; énfasis del autor).

¡Cómo le gusta a Dios revelar Su soberanía en contraste con las debilidades y las limitaciones del hombre!  El rey desconocía el significado de su sueño y los sabios de la tierra sabían que era humanamente imposible saber lo que el rey había soñado.  Les estaba solicitando a hombres algo, que sólo ‘dioses’ podrían satisfacer.  Eso era tarea para los ‘dioses’.  El rey estaba llevando su soberanía demasiado lejos al pedir a hombres algo que sólo podían hacer los ‘dioses’.  Pero Daniel era un siervo de Dios Más Alto, el Dios soberano del universo.  Su Dios podía revelar el sueño y su significado.

Daniel fue puesto en una situación en la cual debía actuar, pues todos los sabios estaban condenados a morir.  En primer lugar, Daniel y sus tres amigos comenzaron a orar para que Dios les revelara el sueño y su significado.  Todo esto está directamente relacionado con los versículos 17-21 del Capítulo 1.  Daniel alabó al Dios soberano y después le oró pidiéndole la revelación del sueño:

“Entonces el secreto fue revelado a Daniel en visión de noche, por lo cual bendijo Daniel al Dios del Cielo.  Y Daniel habló y dijo: Sea bendito el nombre de Dios de siglos en siglos, porque suyos son el poder y la sabiduría.  Él muda los tiempos y las edades; quita reyes, y pone reyes; da la sabiduría a los sabios, y la ciencia a los entendidos.  Él revela lo profundo y lo escondido; conoce lo que está en tinieblas, y con él mora la luz.  A ti, oh Dios de mis padres, te doy gracias y te alabo, porque me has dado sabiduría y fuerza, y ahora me has revelado lo que te pedimos; pues nos has dado a conocer el asunto del rey”  (Daniel 2:19-23).

El sueño no sólo fue producto de la sabiduría de Daniel; fue revelado por Dios (2:28).  Entonces Daniel le revela el sueño a Nabucodonosor, junto con su significado:

“Tú, oh re, veías, y he aquí una gran imagen.  Esta imagen, que era muy grande, y cuya gloria era muy sublime, estaba en pie delante de ti, y su aspecto era terrible.  La cabeza de esta imagen era de oro fino; su pecho y sus brazos, de plata; su vientre y sus muslos, de bronce; sus piernas, de hierro; sus pies, en parte de hierro y en parte de barro cocido.  Estabas mirando, hasta que una piedra fue cortada, no con mano, e hirió a la imagen en sus pies de hierro y de barro cocido, y los desmenuzó.  Entonces fueron desmenuzados también el hierro, el barro cocido, el bronce, la plata y el oro, y fueron como tambo de las eras del verano, y se los llevó el viento sin que de ellos quedara rastro alguno.  Mas la piedra que hirió a la imagen fue hecha un gran monte que llenó toda la tierra.  Este es el sueño; también la interpretación de él diremos en presencia del rey.  Tú, oh rey, eres rey de reyes; porque el Dios del cielo te ha dado reino, poder, fuerza y majestad.  Y dondequiera que habitan hijos de hombres, bestias del campo y aves del cielo, él los ha entregado en tu mano, y te ha dado el dominio sobre todo; tú eres aquella cabeza de oro.  Y después de ti se levantará otro reino inferior al tuyo; y luego un tercer reino de bronce, el cual dominará sobre toda la tierra.  Y el cuarto reino será fuerte como hierro; y como el hierro desmenuza y rompe todas las cosas, desmenuzará y quebrantará todo.  Y lo que viste de los pies y los dedos, en parte de barro cocido de alfarero y en parte de hierro, será un reino dividido; más habrá en él algo dela fuerza del hierro, así como viste hierro mezclado con barro cocido.  Y por ser los dedos de los pies en parte de hierro y en parte de barro cocido, el reino será en parte fuerte, y en parte frágil.  Así como viste el hierro mezclado con barro, se mezclarán por medio de alianzas humanas; pero no se unirán el uno con el otro, como el hierro no se mezcla con el barro.  Y en los días de estos reyes el Dios del cielo levantará un reino que no será jamás destruido, ni será el reino dejado a otro pueblo; desmenuzará y consumirá a todos estos reinos, pero él permanecerá para siempre, de la manera que viste que del monte fue cortada una piedra, no con mano, la cal desmenuzó el hierro, el bronce, el barro, la plata y el oro.  El gran Dios ha mostrado al rey lo que ha de acontecer en lo por venir; y el sueño es verdadero, y fiel su interpretación.  Entonces el rey Nabucodonosor se postró sobre su rostro y se humilló ante Daniel, y mandó que le ofreciesen presentes e incienso.  El rey habló a Daniel y le dijo: Ciertamente el Dios vuestro es Dios de dioses, y Señor de los reyes, y el que revela los misterios, pues pudiste revelar este misterio”  (Daniel 2:31-47; énfasis del autor).

Las palabras del rey indican su reconocimiento que el Dios de Daniel es un Dios soberano.  El ‘dios’ de Daniel no sólo es ‘Dios’, sino el “Dios de los dioses”.  Él es el Dios que es soberano no sólo sobre los poderes celestiales, sino que también sobre los poderes terrenales.  Y también se refiere a Dios como “el Señor de los reyes”.

Además, Nabucodonosor alaba al Dios de Daniel por ser el “que revela los misterios”.  El Dios de Daniel le permitió conocer el sueño del rey y su interpretación.  Pero se ve más involucrado por el tema del sueño.  Este, según lo revelado e interpretado por Daniel, se trataba acerca del reino de Nabucodonosor y de otros reinos que le seguirían.  El suyo era el más grande de estos reinos; pero era que sin embargo, no continuaría.  Otros reinos inferiores le seguirían.  Al final, se construiría un reino eterno que de alguna forma, sería construido sobre las cenizas de todos los anteriores.  La “cabeza de oro” era grande; pero “la piedra cortada no por mano” (2:34-35; 44-45) era mayor.  El reino de Nabucodonosor era grande; pero el reino del futuro era uno que “permanecería para siempre”  (2:44).

Nabucodonosor reconoció que su reino era inferior al reino eterno que se establecería más adelante y que él era inferior a aquella “piedra” que establecería ese reino.  También tomó conciencia que el Dios que había revelado ese reino futuro, era el Dios soberano de la historia.  Sólo ese Dios podía revelar futuros reyes y reinos, pues sólo un Dios que controla la historia puede predecir esa historia con siglos de anterioridad.

“He aquí se cumplieron las cosas primeras, y yo anuncio cosas nuevas; antes que salgan a luz, yo os las haré notorias”  (Isaías 42:9).

“Te lo dije ya hace tiempo; antes que sucediera te lo advertí, para que no dijeras:  Mi ídolo lo hizo, mis imágenes de escultura y de fundición mandaron estas cosas”  (Isaías 48:5).

Al parecer, Nabucodonosor reconoció que sólo un Dios que es soberano sobre la historia, puede predecir esa historia antes que los hechos ocurran.  Pero hay más todavía de lo que debe aprender acerca de la soberanía divina.

Daniel 3: La Imagen de Nabucodonosor y los Tres Amigos de Daniel

Al parecer, el hecho que Nabucodonosor fuera “la cabeza de oro”, tal como se le reveló en el Capítulo 2, se le fue a la cabeza.  Al parecer el rey sólo se preocupó de su grandeza y no de la grandeza de Dios y del reino que se establecería sobre la tierra.  Hizo una imagen de oro y ordenó a todos que debían postrarse ante ella y adorarla (2:1-6).  Todos los que escuchaban la señal de la música, se postraban adorando a la imagen, excepto aquellos judíos fieles como los tres amigos de Daniel, quienes fueron acusados ante Nabucodonosor  (2:7-12).  En un impulso de rabia, Nabucodonosor convocó a los tres jóvenes  y les dio una última oportunidad para aplacar su ira (2:13-15).  Su declaración final, determina que se origine otra instancia para que aprenda una nueva lección relacionada con la soberanía de Dios:

“Habló Nabucodonosor y les dijo: ¿Es verdad, Sadrac, Mesac y Abed-nego, que vosotros no honráis a mi dios ni adoráis la estatua de oro que he levantado?  Ahora, pues, ¿estáis dispuestos para que al oír el son de la bocina, de la flauta, del tamboril, del arpa, del salterio, de la zampoña y de todo instrumento de música, os postréis u adoréis la estatua que he hecho?  Porque si no la adorareis, en la misma hora seréis echados en medio de un horno de fuego ardiendo; ¿y qué dios será aquel que os libre de mis manos?  (Daniel 3:14-15;  énfasis del autor).

Aparentemente, Nabucondonosor había olvidado que su soberanía era relativa y que había sido divinamente concedida. Entre los hombres, Nabucodonosor no tenía a nadie superior a él ni siquiera igual a él.  Como rey de Babilonia, su poder no podía ser desafiado por nadie.  Pero cuando erigió la estatua dorada y ordenó a los hombres a dorarla, traspasó más allá de los límites de autoridad que Dios les ha dado a los hombres.  Si no estaba buscando la adoración de sí mismo como un dios, ciertamente estaba obligando a los hombres de todas las naciones a adorar a sus dioses.  Al parecer, estaba uniendo su grandeza y su poder con sus dioses.  Al hacerlo, negaba al Único y verdadero Dios, el Dios de Israel, el Dios a quien previamente había reconocido como el “Dios de los dioses” y el “Señor de los reyes” (2:47),  Mientras que los tres amigos de Daniel, deseaban obedecer a Nabucodonosor como el rey a quien Dios les había puesto como autoridad, no estaban dispuestos a adorar a sus dioses o a él como dios.  Debían obedecer al Único Dios verdadero, incluso si ello significaba desobedecer a un rey tan poderoso como Nabucodonosor.

“Sadrac, Mesac y Abed-nego respondieron al rey Nabucodonosor, diciendo: No es necesario que te respondamos sobre este asunto.  He aquí nuestro Dios a quien servimos puede librarnos del horno de fuego ardiendo; y de tu mano, oh rey, nos librará.  Y si no, sepas, oh rey, que no serviremos a tus dioses, ni tampoco adoraremos la estatua que has levantado”  (Daniel 3:16-18; énfasis del autor).

La respuesta de Sadrac, Mesac y Abed-nego a Nabucodonosor es instructivo concerniente a la soberanía de Dios y a la sumisión.  Cuando deciden desobedecerle a este rey, lo hacen como un acto de sumisión a Aquel que tiene la soberanía absoluta, el Dios de Israel.  E incluso cuando deben “obedecer a Dios y no al hombre” (ver Hechos 5:29), se dirigen al rey con el debido respeto.  Su respuesta a Nabucodonosor, revela la profundidad de la comprensión que tenían de la soberanía de su Dios.  Sus palabras expresan la confianza que tenían en la soberanía absoluta de Dios.  Él es capaz de hacer todo lo que desee.  Él no considera las órdenes de los hombres; hace según le plazca:

“Nuestro Dios está en los cielos; todo lo que quiso ha hecho”  (Salmo 115:3)
“Porque yo sé que Jehová es grande, y el Señor nuestro, mayor que todos los dioses.  Todo lo que Jehová quiere, lo hace, en los cielos y en la tierra, en los mares y en todos los abismos”  (Salmo 135:5-6)

Debido a que la soberanía de Dios es capaz de hacer lo que le plazca, estos tres siervos de Dios no dicen lo que Él hará.  Esto es un asunto de Su voluntad.  Él hará con ellos lo que le plazca.  Están convencidos que Él puede liberarlos y lo hará.  Los liberará de la mano de Nabucodonosor; pero esta liberación puede ser de distintas maneras.  Los puede liberar de ser echados en el horno.  Los puede liberar de adentro del horno (y lo hace).  O los puede liberar a través de la muerte, resucitándoles en el día postrer.  Cómo lo hará, ellos no lo saben.  Su liberación está dentro del propósito soberano de Dios y ellos no hacen esfuerzo alguno por decir qué método empleará Dios.  Eso es asunto de Dios, pues Él es soberano.

Nabucodonosor se encolerizó con la respuesta de estos tres hombres que se atrevieron a desafiar su decreto ‘soberano’.  Ordenó a sus siervos a calentar el horno siete veces más que lo habitual y arrojar en él a los tres hombres (3:19-20).  El fuego era tan intenso que los siervos del rey que estaban a cargo, murieron a causa del calor.  Una vez que los tres hombres estuvieron dentro del horno, lo que el rey vio cuando miró adentro, lo asombró completamente:

“Entonces el rey Nabucodonosor se espantó, y se levantó apresuradamente y dijo a los de su consejo: ¿No echaron a tres varones atados dentro del fuego?  Ellos respondieron al rey: Es verdad, oh rey.  Y él dijo: He aquí yo ve cuatro varones sueltos, que se pasean en medio del fuego sin sufrir ningún daño; y el aspecto del cuarto es semejante a hijo de los dioses”  (Daniel 3:24-25)

¿Ordenaría Nabucodonosor a estos hebreos inclinarse ante su imagen dorada y adorar a sus dioses?  La cuarta persona en el horno junto a los tres hombres arrojados a él, ¡apareció como uno de los dioses!  Obviamente, el ‘Dios’ de estos tres hombres, era más grande que los dioses de Nabucodonosor.  ¿Qué “dios será aquel que os libre de mis manos?”  (3:15).  Su Dios, el Dios de los judíos, los liberó.

Al ver la mano de Dios libertar a los tres hombres que él había intentado intimidar con su poder, Nabucodonosor ordenó que los sacaran del horno.  Cuando salieron de allí, observó que no estaban heridos ni afectados en absoluto por el fuego.  El intenso calor y las llamas que aniquilaron a los siervos del rey (3:22), ni siquiera quemaron un cabello de estos tres hebreos.  Ni siquiera tenían olor a humo.  Ahora, Nabucodonosor habla del “dios” de los hebreos (ver versículo 15), como “el Más Grande” y como “el Señor de los reyes”  (2:47).

“Entonces Nabucodonosor dijo:  Bendito sea el Dios de ellos, de Sadrac, Mesac y Abed-nego, que envió su ángel y libró a sus siervos que confiaron en él, y que no cumplieron el edicto del rey, y entregaron sus cuerpos antes que servir y adorar a otro dios que su Dios.  Por lo tanto, decreto que todo pueblo, nación o lengua que dijere blasfemia contra el Dios de Sadrac, Mesac y Abed-nego, sea descuartizado, y su casa convertida en muladar; por cuanto no hay dios que pueda librar como éste”  (Daniel 3:28-29)

Daniel 4: De caviar a hierba

El Capítulo 4 de Daniel, es el evento de la coronación final en el trato de Dios con Nabucodonosor, el rey de Babilonia.  Observarán que este Capítulo es narrado en parte por el mismo rey Nabucodonosor (ver versículos 1-18).  Él confiesa su arrogancia y orgullo y su humillación por la soberana mano de Dios.  El Capítulo comienza con la alabanza de Nabucodonosor al Dios soberano de Israel:

“Nabucodonosor rey, a todos los pueblos, naciones y lenguas que moran en toda la tierra: Paz os sea multiplicada.  Conviene que yo declare las señales y milagros que el Dios Altísimo ha hecho conmigo.  ¡Cuán grandes son sus señales, y cuán potentes sus maravillas!  Su reino, reino sempiterno, y su señorío de generación en generación”  (Daniel 4:1-3)

La ‘caída’ de Nabucodonosor toma lugar después que fue advertido de su humillación por Dios en un sueño que lo espantó (4:5).  Todos los sabios de Babilonia fueron incapaces de interpretar el sueño, incluso después de habérseles relatado (4:7).  Cuando Daniel fue llevado delante del rey, Nabucodonosor describió su visión:

“Estas fueron las visiones de mi cabeza mientras estaba en mi cama: Me parecía ver en medio de la tierra un árbol, cuya altura era grande. Crecía este árbol, y se hacía fuerte, y su copa llegaba hasta el cielo, y se le alcanzaba a ver desde todos los confines de la tierra.  Su follaje era hermoso y su fruto abundante, y había en él alimento para todos.  Debajo de él se ponían a la sombra las bestias del campo, y en sus ramas hacían morada las aves del cielo, y se mantenía de él toda carne.  Vi en las visiones de mi cabeza mientras estaba en mi cama, que he aquí un vigilante y santo descendía del cielo.  Y clamaba fuertemente y decía así: Derribad el árbol, y cortad sus ramas, quitadle el follaje, y dispersad su fruto; váyanse las bestias que están debajo de él, y las aves de sus amas.  Más la cepa de sus raíces dejaréis en la tierra, con atadura de hierro y de bronce entre la hierba del campo; sea mojado con el rocío del cielo, y con las bestias sea su parte entre la hierba de la tierra.  Su corazón de hombre sea cambiado, y le sea dado corazón de bestia, y pasen sobre él siete tiempos.  La sentencia es por decreto de los vigilantes, y por dicho de los santos la resolución, para que conozcan los vivientes que el Altísimo gobierna el reino de los hombres, y que a quien él quiere lo da, y constituye sobre él al más bajo delos hombres.  Yo el rey Nabucodonosor he visto este sueño.  Tú, pues, Beltsasar, dirás la interpretación de él, porque todos los sabios de mi reino no han podido mostrarme su interpretación; más tú puedes, porque mora en ti el espíritu de los dioses santos”  (Daniel 4:10:18).

Cuando Daniel oyó el sueño que el rey había tenido, se sintió muy preocupado también, pues reconoció que su visión era una advertencia al rey de sobre una sentencia humillante que Dios haría sobre él en el futuro.  Está claro que Daniel era sumiso con el rey y desea lo mejor para él.  No se deleita en lo malo que le pueda suceder.  Nabucodonor anima a Daniel a hablar libremente acerca del significado de esta visión.  Entonces, Daniel procede a informarle al rey acerca del sueño.  El gran árbol que vio el rey,  le representaba a él, el gran rey de Babilonia.  Su tamaño y fuerza y las criaturas que le sustentaban, todas ellas simbolizaban el poder y la majestad de su reino.  Estas imágenes hablaban de la ‘soberanía’ sobre la tierra: “...tú mismo eres, oh rey, que creciste y te hiciste fuerte, pues creció tu grandeza y ha llegado hasta el cielo, y tu dominio hasta los confines de la tierra”  (Daniel 4:22).

Fue evidente para el rey después que Daniel le alarmó sobre este sueño, que había en él un mensaje de advertencia, la amenaza de una caída dramática:

“Y en cuanto a lo que vio el rey, un vigilante y santo que descendía del cielo y decía:  Cortad el árbol y destruidlo; más la cepa de sus raíces dejaréis en la tierra, con atadura de hierro y de bronce en la hierba del campo; y sea mojado con el rocío del cielo, y con las bestias del campo sea su parte, hasta que pasen sobre él siete tiempos; esta es la interpretación, oh rey, y la sentencia del Altísimo, que ha venido sobre mi señor el rey:  Que te echarán de entre los hombres, y con las bestias del campo será tu morada y con hierba del campo te apacentarán como a los bueyes, y con el rocío del cielo serás bañado; y siete tiempos pasarán sobre ti...”  (Daniel 4:23-25).

De la misma manera como la posición de grandeza del rey le fue dada por Dios, también se le quitaría y de este modo el rey sería humillado durante siete años.  La majestad y el esplendor que alguna vez fue el gozo del rey, serían ahora cambiados por la humillación de tener la apariencia y conducta de una bestia.  Todo esto tendría que haber sido para el bien del rey, para enseñarle la humildad.  Debía aprender que la soberanía humana es otorgada a los hombres por medio de la soberanía divina:

“...hasta que conozcas que el Altísimo tiene dominio en el reino de los hombres, y que lo da a quien él quiere”  (Daniel 25b).

Cualquiera fuera el tipo de soberanía que tuviera el rey de Babilonia, era una soberanía limitada y delegada.  La posición y el poder del rey no se debía a su grandeza, sino que más bien a la grandeza de Dios quien le dio su posición de poder.

En esta palabra de advertencia, también había un mensaje doble de esperanza.  Primero, al rey se le dijo cómo podía evitar el destino sobre el cual se le advertía en el sueño:

“Por tanto, oh rey, acepta mi consejo: tus pecados redime con justicia, y tus iniquidades haciendo misericordias para con los oprimidos, pues tal vez será eso una prolongación de tu tranquilidad”  (Daniel 4:27).
La instrucción es apenas diferente de aquella que dieron a la nación de Israel, los profetas Amós y Miqueas:

“Aborrecí, abominé vuestras solemnidades, y no me complaceré en vuestras asambleas.  Y si me ofreciereis vuestros holocaustos y vuestras ofrendas, no los recibiré, ni miraré a las ofrendas de paz de vuestros animales engordados.  Quita de mí la multitud de tus cantares, pues no escucharé las salmodias de tus instrumentos.  Pero corra el juicio como las aguas, y la justicia como impetuoso arroyo”  (Amós 5:21-24).

“Oh hombre, él te ha declarado lo que es bueno, y qué pide Jehová de ti: solamente hacer justicia, y amar misericordia, y humillarte ante tu Dios”  (Miqueas 6:8).

A la nación de Israel se le prometió que sería soberana por sobre las naciones del mundo (Génesis 18:17-19; 22:17-24; 24:60; 27:29; Deuteronomio 15:6; 28:7-14; ver también Isaías 66).  A Nabucodonosor se le dio poder (también a Israel) de manera que pudiera liberar a los oprimidos y cuidar a los más necesitados.  En su vanidad y orgullo, Nabucodonosor se fue por el camino del mundo, usando su poder para oprimir a los más débiles, más que ayudarlos.  Si se hubiera arrepentido de su orgullo y hubiera usado el poder dado por Dios, tal como él le advirtió, entonces no habría necesidad de humillarse, que era una advertencia del sueño.    Si se hubiera arrepentido y hubiera regido correctamente, hubiera evitado que Dios lo castigara.

Hay un segundo mensaje de esperanza.  Aún si Nabucodonosor ignorara esta advertencia e incluso si se humillara al convertirse en una bestia, esto era sólo temporal —por siete años.  Esta humillación produciría el fruto del arrepentimiento y por lo tanto, se restauraría la soberanía que el rey tuvo antes.  A Nabucodonosor se le ofreció la esperanza de la restauración si se arrepentía —en ese momento de la advertencia o después de haberse humillado.

Podemos deducir de la propia confesión de Nabucodonosor, que no prestó oído a la advertencia que Dios le dio por medio del sueño y de la interpretación de Daniel.  Un año más tarde, neciamente se envaneció de su soberanía como si fuera él el responsable de su éxito.  Como resultado, el sueño se hizo realidad:

“Al cabo de doce meses, paseando en el palacio real de Babilonia, habló el rey y dijo: ¿No es ésta la gran Babilonia que yo edifiqué para casa real con la fuerza de mi poder, y para gloria de mi majestad?  Aún estaba la palabra en la boca del rey, cuando vino una voz del cielo: A ti se te dice, rey Nabucodonosor: El reino ha sido quitado de ti; y de entre los hombres te arrojarán, y con las bestias del campo será tu habitación, y como a los bueyes te apacentarán; y siete tiempos pasarán sobre ti, hasta que reconozcas que el Altísimo tiene el dominio en el reino de los hombres, y lo da a quien él quiere.  En la misma hora se cumplió la palabra sobre Nabucodonosor, y fue echado de entre los hombres; y comía hierba como los bueyes, y su cuerpo se mojaba con el rocío del cielo, hasta que su pelo creció como plumas de águila, y sus uñas como las de las aves”  (Daniel 4:29-33).

No conozco humillación más grande que la que tuvo que pasar este gran rey ni hombre alguno que haya tenido que pasar por algo parecido.  Algunos todavía intentan encontrar una instancia en la historia en la que haya ocurrido algo igual, como si el encontrar una situación similar nos asegurase de la verdad de la descripción bíblica.  (¡También tratan de encontrar a un hombre que fuera tragado por un pez grande!)  Me inclino a pensar que este ha sido un fenómeno único, de un solo tiempo, que señala la intervención de Dios en la historia humana.  Es difícil comprender la dolencia exacta, porque la descripción de Nabucodonosor, es narrada en términos que hablan de su apariencia y no de la enfermedad que tenía realmente.  No se trata que le crecieran plumas, sino que su cabello había crecido tanto y tan desordenado que aparentemente parecía que tenía en vez de cabello, un frondoso plumaje.  Sus uñas no eran garras de ave, sino que estaban tan largas que parecían garras.  Y encima de todo esto, el rey comía pasto, igual que el ganado y obviamente estaba con su mente perturbada.

Cualquiera haya sido la dolencia del rey, cumple con el propósito divino en el marco de tiempo exacto que se había señalado —siete años.  El rey dirigió su vista hacia el cielo y su sanidad fue restaurada.  Inmediatamente alabó al Dios Altísimo.  Confesó que sólo Él era el soberano y que Él hace lo que desea hacer, de manera que nadie debería atreverse a desafiar Sus obras (versículos 34-35).

Conclusión

Hemos estado considerando la soberanía de Dios según se enseña en los Capítulos 2-4 del Libro de Daniel.  La soberanía de Dios fue una verdad que los judíos desobedientes en Babilonia necesitaban comprender y también es una verdad que se necesita comprender desesperadamente en nuestros días.  Consideremos cómo la soberanía de Dios relacionada con los judíos en el cautiverio en Babilonia y más tarde, cómo la soberanía de Dios es aplicada a nosotros en el día de hoy.

Dios es soberano sobre los gobiernos seculares.  A través de la historia de Israel, Dios usó a las naciones paganas para cumplir Sus propósitos.  Dios usó a Egipto para preservar y proliferar a la nación de Israel durante 400 años antes que poseyeran la tierra prometida.  Dios usó el endurecido corazón de Faraón para desplegar Su grandeza y poder.  Usó a las naciones vecinas para castigar a Israel cuando la nación cayó en pecado y en desobediencia.  Usó a las naciones de Asiria y Babilonia para conducir a los judíos al cautiverio.  Incluso Nabucodonor fue llamado “el siervo” de Dios (Jeremías 25:9; 27:6; 43:10).  El saqueo de Judá y de Jerusalén, no fue por casualidad; no fue sólo el destino.  Fue la obra adicional del plan y propósito del Dios soberano de Israel para lograr Sus propósitos, para cumplir con Sus promesas y profecías.

La soberanía de Dios fue importante para los judíos, como lo es para nosotros, porque es la base de nuestra seguridad que las profecías de Dios con respecto a Su futuro reino serán cumplidas.  La visión que Dios le dio a Nabucodonosor en el Capítulo 2, fue de la venida del reino eterno en el cual Cristo, “la piedra cortada sin manos”, sería establecido.  Debería ser establecido aboliendo los actuales reinos de los hombres.  Sólo un Dios soberano es el tema principal de Daniel.  Este es un libro de historia y profecía.  La soberanía de Dios es demostrada en las porciones históricas.  En las porciones proféticas, la soberanía de Dios no es sólo demostrada, sino que es asumida.  El Dios que se ha mostrado a Sí mismo soberano sobre las naciones, es el Dios que promete establecer Su reino sobre todas las naciones.

Aquí tenemos una lección que debemos aprender y recordar constantemente en nuestro siglo veinte.  Vivimos días de caos y de cambios.  La Unión Soviética, se ha disuelto frente a nuestros ojos.  La Muralla de Berlín ha sido demolida.  Las naciones se encuentran en diferentes guerras civiles y miles de vidas inocentes están siendo sacrificadas en el lugar al que miremos, aparentemente sin ayuda alguna.  Los cristianos se estremecen cuando un demócrata es elegido para asumir el más alto de los cargos de la tierra.  Es como si no se creyera en la soberanía de Dios.

Nuestro problema no es nuevo.  El problema es asumir que Dios no tiene el poder suficiente para trabajar en Su plan y propósitos donde el poder está en manos de los paganos.  Este fue el error de Abraham que lo indujo a mentir acerca de la identidad de su esposa, haciéndola pasar por su hermana:

“Dijo también Abimelec a Abraham: ¿Qué pensabas, para que hicieses esto?  Y Abraham respondió: Porque dije para mí: Ciertamente no hay temor de Dios en este lugar, y me matarán por causa de mi mujer.  Y a la verdad también es mi hermana, hija de mi padre, mas no hija de mi madre, y la tomé por mujer”  (Génesis 20:10-12; énfasis del autor).

Dios no sólo usó a Nabucodonosor para castigar a Su pueblo.  Prácticamente Él hizo que este rey pagano se arrodillara frente a Él.  Dios ‘sometió’ a este rey a Sí mismo.  Dios lo llevó a la fe.  Esta nación de Israel debía ser “luz para los gentiles”.  Debían proclamar el evangelio de Jesucristo a los gentiles, pues la salvación concedida por Dios, no era sólo para los judíos.  Se rehusaron a hacerlo, por lo que Dios originó la evangelización de los gentiles a través de los incrédulos y de la rebelión de los judíos.  El pecado de la nación les llevó a ser subyugados y cautivados en Babilonia.  Allí, santos de Dios como Daniel, fueron testigos del Dios de Israel e incluso este rey soberano llegó a doblegar sus rodillas delante de Dios, alabándole y adorándole.  Dios no es soberano solamente entre Su pueblo y en la tierra de Canaán, ¡sino que en toda la tierra y asimismo en el cielo!

Esto debe significar que Dios es soberano en las decisiones del Presidente de los Estados Unidos, sobre las leyes aceptadas por el Congreso e incluso sobre las decisiones tomadas por la Corte Suprema.  Dios es soberano incluso sobre el Servicio de Impuestos Internos.  Dios es soberano sobre reyes y reinos.  Si esto es verdad, entonces debemos creer que cada rey, cada persona en posición de tener poder político, está allí por designación divina (ver Romanos 13:1-2).  Esto significa que a todas nuestras autoridades les debemos nuestro respeto, nuestra obediencia y nuestros impuestos, a no ser que en forma específica alguna de estas instancias nos insten a desobedecer a Dios (Romanos 13:1-7).  Esto significa que las leyes, decisiones y decretos que formulan —incluso aquellas que castigan o persiguen a los santos— tienen un propósito divino.  Es posible que sea necesario desobedecer a nuestros gobernantes, como sucedió con Daniel y sus tres amigos; pero sólo en caso que al obedecer a los gobernantes signifique desobedecer a Dios.  En el caos y maldad de nuestros días, no perdamos de vista el hecho que Dios es soberano en la historia y soberano incluso sobre los poderes paganos.

La soberanía de Dios es una verdad que no se aprende rápida o fácilmente.  La soberanía de Dios está claramente revelada en las Escrituras; pero con frecuencia es necesario pasar por una secuencia de circunstancias adversas antes que se haga parte de nuestro pensamiento y de nuestra conducta.  En estos tres Capítulos (2-4) de Daniel, Dios convence a Nabucodonosor progresivamente de Su soberanía.  Nabucodonosor profesó creer en la soberanía de Dios en el Capítulo 2, después que su sueño fue revelado e interpretado por Daniel.  Pero en el Capítulo 3, vemos que el rey intenta obligar a quienes están bajo su autoridad a adorar un ídolo, una afrenta al Dios soberano de Israel.  Cuando Dios libera a Sadrac, Mesac y a Abed-nego del horno ardiente, nuevamente Nabucodonosor proclama que Dios es soberano.  Pero en el Capítulo 4, vemos a este mismo rey exaltándose a sí mismo lleno de orgullo y a Dios teniendo que humillarlo durante siete años de enfermedad.

En el Capítulo 2, Nabucodonosor vio la relación de la soberanía de Dios con la futura historia del mundo.  En el Capítulo 3, se le mostró al rey la relación entre la soberanía de Dios y su poder para decretar leyes y castigar a los hombres.  Ahora, en el Capítulo 4, el rey Nabucodonosor comienza a ver cómo la soberanía de Dios está relacionada con sus actitudes personales y con sus actos como rey de Babilonia.  El rey comenzó a ver su posición y su poder como una medida de grandeza personal.  Fue anulado con poder y orgullo.  Aparentemente, comenzó a abusar con su poder, tomando ventaja de los débiles y de los vulnerables más que usar su poder para protegerles y proveerles lo que necesitaban.  Dios le enseñó a Nabucodonosor que su posición y poder eran dados por Él y eran una manifestación de Su grandeza —y no del hombre.  Realmente, Dios levanta “a los que Él quiere” y “constituye sobre Él al más bajo de los hombres”  (Daniel 4:17).  El poder y la posición, son privilegios otorgados por Dios; también son una mayordomía de los cuales no debemos enorgullecernos, sino que usarlos para beneficio de los demás.

Hoy día, muchos desean ser líderes por razones similares a las que tenía Nabucodonosor.  Desean gobernar.  No desean servir a los demás, sino ser servidos.  No son distintos a los discípulos durante el ministerio inicial de nuestro Señor.  No son diferentes a muchos cristianos de hoy, que buscan el liderazgo, no para servir sino para tener un status y ser servidos.  Aquellos que tienen cargos de poder y prestigio, deben estar atentos con el orgullo, debiendo recordárseles siempre que ese liderazgo es tanto concedido por Dios como una manifestación de Su grandeza —no nuestros.

A menos que pensemos que el rey Nabucodonosor era diferente a como somos nosotros, debemos considerar que en nuestros días, los individuos buscan ser soberanos.  Desean ser autónomos e independientes, capitanes de sus propias almas, maestros de sí mismos.  Tal vez, en nuestros días más que en cualquier otra época, prevalece el individualismo.  Esta es la época del ‘yo’, como lo anticiparon las Escrituras (2ª Timoteo 3:1, 2a).  Un amigo me entregó un folleto para un seminario que promete enseñar los diez pasos para el éxito.  Cada uno de los pasos, está dominado por la palabra ‘yo’.  Nosotros, al igual que Nabucodonosor y como su predecesor y el nuestro, Satanás, deseamos ser ‘dioses’.  Deseamos destronar al Dios Único y Verdadero y entronarnos a nosotros mismos.  Permitamos que Nabucodonosor sea nuestro profesor y humildemente doblemos nuestra rodilla ante Él —de quien, a través de quien y para quien son todas las cosas:

“Porque de él, y por él, y para él, son todas las cosas.  A él sea la gloria por los siglos.  Amén”  (Romanos 11:36).

Apéndice:

Textos Sobre la Soberanía de Dios en La BIBLIA

v      Génesis 50:20
v      Éxodo 18:11
v      Deuteronomio 4:39
v      1 Samuel 2:1-10
v      2 Reyes 19:15
v      1 Crónicas 29:11-12
v      2 Crónicas 20:5-6
v      Job 9:12; 12:13-25; 23:13; 33:12-13; 41:11; 42:2
v      Salmos 2 (todo); 22:27-28; 37:23; 75:6-8; 76:10; 95:3-5; 103:19; 115:3*; 135:5-18 (5-6)
v      Proverbios 16:1-5, 9, 33; 19:21; 20:24; 21:1
v      Eclesiastés 3:14; 9:1
v      Isaías 14:24-27; 40:12-15, 18, 22, 25; 44:6, 24-28; 45:5, 7, 9-13; 46:9-11
v      Jeremías 18.6; 32:17-23, 27; 50:44
v      Lamentaciones 5:19
v      Daniel 2:21, 37-38; 4:17, 32, 34-35; 5:18; 6:26; 7:27
v      Mateo 11:25-26; 20:1-16
v      Juan 19:11
v      Hechos 2:22-24; 4:24-28; 17:26
v      Romanos 8:28; 11:36; 14:11
v      Efesios 1:11; 4:6
v      Filipenses 2:9-11
v      Colosenses 1:16-17
v      1ª Timoteo 6:15
v      Hebreos 1:3
v      Santiago 4:12
v      Apocalipsis 1:5-6


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[1] Richard L. Strauss, The Joy of Knowing God (Neptune, New Jersey:  Loizeaux Brothers, 1984), p. 118.
[2] Ibid., p. 114.
[3] A.W. Tozer, The Knowledge of the Holy (San Francisco:  Harper & Row, Publishers, 1961), p. 115.
[4] Ibid., p. 116.
[5] A.W. Pink, The Attributes of God (Swengel, Pa.:  Reiner Publications, 1968), p. 27.
[6] Ibid., p. 25.
[7] Ibid., pp. 23, 24.
[8] Richard Strauss, The Joy of Knowing God, pp. 114-115.