No es nuevo cuestionarse el silencio de Dios, todos y cada uno de los pueblos y creyentes lo han hecho en alguna ocasión. Pero al lado de la pregunta, suele haber un escenario de pobreza, de miseria, de humillación y profundo dolor, una soledad sonora. Y muy pocos, con una fe inquebrantable, son capaces de preguntarse por ese silencio, esa recriminación humana a lo que no es entendible con ojos y corazones humanos. El silencio de Dios está presente en toda teología, en todo estudio, en todo debate, en toda religión.
Lo triste es que algunos aprovecharán únicamente para otear en la superficie y no ver la profundidad escatológica de estas preguntas, estas dudas, estas caídas sin red a un precipicio ¿Dónde está Dios para recogernos?
Una joven durante varios años, tras la muerte de su madre, no pisó una iglesia ni pronunció una oración. En la niñez y juventud había cultivado con fervor la vida con el Señor. Se sentía acogida por Dios y se sentía segura. Pero sobrevino la enfermedad grave de su madre. Le habló de su angustia al Pastor, y éste la remitió, a la promesa: “pedid y recibiréis”: Ora y serás oída. Todo su ser se convirtió en plegaria. Día y noche su pensamiento se dirigió insistente y angustiado al Señor de la vida y de la muerte. Todo su amor a Dios y su confianza se concentraron en sus ruegos. Pero su madre acabó sucumbiendo a la enfermedad. Una inmensa decepción se apoderó de su ánimo, y una especie de despecho contra lo divino la alejó del Señor. El silencio de Dios se abatió sobre su espíritu como una sombra maléfica y destructora.
Una u otra vez en la vida, ante experiencias
semejantes nos planteamos la pregunta decisiva: ¿Está justificado el escándalo
por el silencio que Dios guarda ante las desgracias que ocurren en la vida,
sobre todo las que afectan a personas inocentes? Tener que presenciar,
impotentes, el espectáculo siniestro de las crueldades cometidas con los hombres
por sus mismos hermanos o por un destino adverso nos lleva a pensar que el
mundo y la existencia humana carecen de sentido, pero, estos pensamientos son
“absurdos”.
¿Por qué razón Dios no nos contesta? ¿Por qué razón se queda callado Dios?
A muchos nos gustaría que Él nos respondiera según nuestra voluntad y deseos... pero, la forma de actuar de Dios es diferente. El conoce el pasado, el presente, y el futuro (Hebreos 13:8) Dios nos responde aún con el silencio... Debemos estar dispuestos a escucharle y esperar en Él.
“Porque mis pensamientos no son vuestros pensamientos ni vuestros caminos son mis caminos, dice el Señor. Cuanto son los cielos mas altos que la tierra, tanto están mis caminos por encima de los vuestros.” (Isaías 55:8-9)
“Pues Yo conozco mis designios para con vosotros, dice el Señor, designios de paz y no desgracia, de daros un porvenir y una esperanza” (Jeremías 29:11)
Esto resulta un poco contradictorio si pensamos que El ha dicho "me encontrarás al buscarme, si me buscas de todo corazón, ... venid a mí los que estáis cansados y cargados y Yo os haré descansar, ... al que viene a mi yo no le hecho fuera..., pedid y se os dará, buscad y hallaréis...". (Mateo) Es entonces cuando encontramos una intersección en nuestro camino y donde decidimos si olvidamos la palabra que Dios ha puesto en nuestro corazón y nos dejamos llevar por las circunstancias; o nos llenamos de coraje y decidimos creer a Dios y obedecerle por encima de las circunstancias, por convicción y seguir nuestro caminar como viendo al invisible, es cuando nos decidimos obedecerle a pesar de, "así Jehová me matare en El esperaré" como lo expresa Job 13:15, y aunque no le sienta ante El, me presentaré, por disciplina, por persistencia.
Me pregunto, ¿Por qué tanto silencio de Dios cuando más necesitamos escuchar su dulce voz? ¿Por qué el frío en su presencia cuando más necesitamos sentir el calor de su abrazo? ¿Qué desea Dios de nosotros cuando sólo podemos expresar gemidos acallados y no tenemos fuerza para levantarnos?
En eso recordamos que "bástate mi gracia que mi poder se perfecciona en tu debilidad", que Dios quiere ver lo que hay en nuestro corazón, que nos acordemos del camino que hemos tenido que atravesar para heredar nuestra tierra prometida, para que una vez que entremos en posesión de ella, no nos olvidemos de El y de que somos polvo, pero lo mejor de todo es que Dios desea que cuando estemos en el desierto clamemos a El aunque no podamos, que no le demos sacrificio que no nos cueste nada, que desde el desierto o desde el Jordán, así no podamos pronunciar palabra alguna nos acordemos de El, de su poder, de su señorío, de su gloria, de que El reina, por tanto la tierra puede regocijarse; y entonces... nuestro corazón será recto delante de El, entonces por la humildad y el temor a El nos rodeará honra, vida y riqueza (Proverbios 22:4), y subiremos, pues, del desierto ungidos como lo expresa Cantares 3:6-11, como columna de humo, sahumados de mirra y de incienso y de todo polvo aromático, rodeados de su protección divina. Cuando te encuentres así, y sientas que desmayarías si no creyeres que verás la bondad de Jehová, mejor aguarda a Jehová, esfuérzate y aliéntese tu corazón, sí... espera a Jehová porque El es la fortaleza de tu vida, El enviará su luz y su verdad y estas te guiarán, aunque no lo percibas, ¿Sabes por qué?, porque pese a la oscuridad El es luz y nos iluminará, pese a que no le sintamos Él está allí en y junto a nosotros (as), porque así lo prometió, y además prometió saciarnos del bien de su santo templo, Jesús es el Pan de Vida, la fuente de agua inagotable, Él nos ama y honrará Su Palabra que nos ha dado.
Aunque no sea ahora su respuesta, "aunque no lo veas, no lo sientas ni escuches su voz, y todo parezca tan desierto con nosotros está nuestro Dios, porque “su misericordia es inmensa, eterna y nada la detendrá", nos persigue de continuo, la tierra está llena de su presencia, de su gracia y de su gloria pese a ti y pese a mi. Pero sólo heredamos esto con un corazón manso, humilde y sencillo, contrito y humillado, porque ¿Quién podrá estar frente a El y mantenerse en pie?
No somos más de lo que El es nosotros, no tenemos nada más que a El, quien es nuestra heredad, la porción de nuestra copa y quien sustenta nuestra suerte, y lo único que tenemos en los cielos, es lo que realmente nos pertenece y a quien realmente pertenecemos, nos compró a precio de sangre, ya no somos nuestros, somos ovejas de su prado, no somos nada sin El, el es todo para nosotros...
Te daré algunas razones por qué debemos esperar ante el supuesto “Silencio de Dios”:
- Para que tu fe y paciencia maduren.
- Para que Dios te de la capacidad de asumir tu responsabilidad con mucho amor, valentía, fe y paciencia.
- Para que te des cuenta que Dios está siempre pendiente en proveerte tus diversas necesidades aún de la manera que menos los esperes.
- Para que recuerdes que separados de Cristo nada podemos hacer.
- Para que recuerdes también que la acción y compañía incondicional de Dios estará siempre contigo donde quiera que estés.
- Para
que tengas la plena convicción que tu vida entera pertenece a Dios; por
eso es que ha venido consumiendo todos esos estorbos que impiden el
cumplimiento de sus planes en ti, aunque por ello hayas tenido que
derramar lágrimas de dolor.
Dios te va a responder aunque Su “silencio” te haga pensar de forma diferente. Verás que cuando Dios contesta a tus necesidades, no sólo habrás aprendido a esperar en Dios y crecer espiritualmente, sino que verás que su “silencio” aparente, luego se convierte en la más maravillosa de sus respuestas. No lo olvides, la gloria sea a Su Nombre.