viernes, 28 de junio de 2019

Modernismo Teológico

Un café...
En la historia del catolicismo el término modernismo sirvió, y sirve aún, para referirse a la tendencia en un cierto pensamiento católico a considerar a la Iglesia y a sus dogmas como instituciones humanas, portadoras de rasgos debidos a su contexto histórico, y no menos necesitadas que otras de ser revisadas y reformadas. El término se usa con una intención peyorativa por los adversarios de esta posición, entre los que destaca el papa Pío X, en cuyo tiempo y bajo cuya dirección la Iglesia emprendió una campaña para combatirlo. El modernismo fue condenado categóricamente por San Pío X, sin dejar lugar a dudas o a reconciliaciones: lo definió como el «conjunto de todas las herejías».1
El primer uso en un sentido equivalente al indicado lo hizo Henri Xavier Périn, profesor de la Universidad Católica de Lovaina a finales del siglo XIX, quien lo definió como una “ambición de eliminar a Dios de toda la vida social” y relacionándolo con “las tendencias humanitarias de la sociedad contemporánea”.
Antecedentes
El historiador Ricardo de la Cierva considera como iniciadores de este movimiento a Alfred Loisy (1857-1940) y a George Tyrrell (1861-1909).2​ Loisy fue discípulo del exegeta bíblico Louis Duchesne. Duchesne y del padre Lagrange, fundador en 1890 de la Escuela bíblica y arqueológica francesa de Jerusalén, habían suscitado un movimiento crítico en Francia considerado por la Curia romana como anarquía intelectual, hacia el cual el papa León XIII había expresado sus reservas.
La lucha contra el modernismo puede verse como un momento en el repliegue que la Iglesia inició al perder, a mediados del siglo XIX, la mayor parte de su cuota de poder temporal, por el avance del liberalismo y el «régimen popular» y con la incorporación de los Estados Pontificios al nuevo estado italiano. A la vez estaba decreciendo su influencia sobre la población, sobre las clases populares por el avance de las organizaciones e ideas socialistas y anarquistas, y sobre las clases medias por el dominio del liberalismo político.
La publicación de El origen de las especies por Darwin en 1859 ofreció la perspectiva de alcanzar una explicación naturalista del origen del hombre y sus atributos, convirtiendo también en esto a Dios en una hipótesis innecesaria.3
Aunque los antecedentes remotos [del modernismo] haya que buscarlos en el racionalismo, en el subjetivismo y en el relativismo, su partida de nacimiento próxima hay que situarla en torno a la Escuela Superior de Teología creada en París en el año 1878.
H. Masson, voz: Modernismo.4
La Iglesia reaccionó proclamando formalmente la autoridad del magisterio y absolutizando el poder del papa, con la definición dogmática de la infalibilidad papal por el Concilio Vaticano IPío IX había publicado en 1864 su Syllabus, apéndice a la encíclica Quanta Cura, donde en 80 proposiciones condenaba numerosas innovaciones políticas y filosóficas de la era moderna.
Pío X
El papa Pío X, luego canonizado, publicó en 1907 un decreto, Lamentabili sane exitu, en el que se refirió a que «el hecho de que muchos autores católicos vayan también más allá de los límites marcados por los Padres y la propia Iglesia es extremadamente lamentable».
Ya en el Syllabus de 1864 se enumeran y son condenadas 65 opiniones modernistas. La proposición condenada nº 11, por ejemplo, dice: “La inspiración divina no se extiende a todas las escrituras, de manera tal que haga a sus partes, a todas y cada una de ellas, desprovistas de cualquier clase de error”. La proposición condenada número 64 dice: “El progreso científico exige que los conceptos de la doctrina cristiana relativos a Dios, la creación, la revelación, la Persona del Verbo Encarnado y la Redención sean reajustados”.
En la encíclica Pascendi, también de 1907, Pío X declaraba que el modernismo era algo más que una herejía, era la síntesis de todas las herejías, porque en vez de proclamar un error, abría paso a todos ellos.
El centro de la disputa se situó en Francia e Inglaterra, así como en Italia, donde una parte del clero joven sentía esas inclinaciones. La mayoría de los llamados modernistas se consideraban fieles a la Iglesia, y rechazaban las acusaciones que los relacionaban con un protestantismo liberal como el de la escuela de Tubinga. Muchas de las ideas contra las que la Iglesia Católica estaba reaccionando, habían penetrado en la cultura europea en el Renacimiento humanista y habían alcanzado una posición de preeminencia desde la Ilustración. Pío X se refería al modernismo no como una simple orientación herética del pensamiento cristiano, sino como una verdadera conspiración organizada contra la Iglesia.5
Como parte de la política antimodernista de Pío X, la Sagrada Congregación del Santo Oficio revisó el Index añadiendo obras tachadas de modernistas y se produjeron excomuniones. En 1910 Pío X promulgó el motu proprio Sacrorum Antistitum, conocido como «Juramento antimodernista», que debía ser pronunciado por cualquiera que quisiera conservar o acceder a un oficio eclesiástico, incluida la docencia en teología. Algunas sociedades católicas exigen aún a sus miembros la pronunciación del juramento.
En 1907 Monseñor Begnini, miembro de la Secretaría de Estado, había puesto en marcha una sociedad secreta, el Sodalitium Pianum (Cofradía de Pío), denominado así en honor de Pío V y conocido también con el nombre francés de La Sapinière. Extendió su actividad por toda Europa, teniendo como misión la detección de modernistas en las filas de la Iglesia y recurriendo a la inducción a la delación.6
Innumerables seminaristas, profesores, curas, párrocos y obispos fueron delatados o investigados por heterodoxia doctrinal. Los arzobispos de Viena y París fueron denunciados, como lo fue la totalidad de la comunidad de dominicos que enseñaban en el Albertinum de la Universidad de Friburgo (Suiza). Los «delitos» iban desde las menciones favorables a la democracia cristiana hasta llevar bajo el brazo un periódico de talante liberal o ser visto en compañía de un supuesto modernista. Pronunciar un sermón de tendencia heterodoxa podía llevar a una denuncia, seguida de la destitución de un puesto de responsabilidad para ir a regentar una parroquia de pueblo.
Secuelas
Varios momentos de la historia de la Iglesia Católica en el siglo XX y hasta la actualidad, pueden verse desde el prisma del enfrentamiento entre modernistas y sus adversarios tradicionalistas (o integristas, un término surgido como antitético de modernista). El concilio Vaticano II fue vivido por muchos cristianos como una positiva adaptación intelectual y moral “al signo de los tiempos” y a las ideas humanistas, mientras que para los críticos representó, como mínimo en la práctica, una concesión al protestantismo y al secularismo. La reacción más radical contra el aggiornamento del Concilio, la representa la Hermandad Sacerdotal San Pío X, fundada por el arzobispo Marcel Lefebvre, en cuyo manifiesto fundacional se acusa a la reforma conciliar de que “habiendo surgido del liberalismo y el modernismo, está toda entera envenenada”. Actualmente, los teólogos modernistas consideran "rigorismo moral" la doctrina de la Iglesia en relación con la homosexualidad y el divorcio. Por otro lado, propugnan una cierta democracia dentro de la Iglesia, que sean los laicos quienes decidan qué sacerdotes y obispos ocupan cargos importantes, y que la ley del celibato sacerdotal sea eliminada. Además, de acuerdo con estas propuestas, existen posturas como la defendida por la teóloga argentina Elizabeth Stocks que busca la inclusión de mujeres como guías espirituales.
Bibliografía
·         Dominique Bourmaud (2006). Cien años de modernismo. Genealogía del concilio Vaticano II. Ediciones Fundación San Pío X. ISBN 950-99434-5-2.
·         Ricardo de la Cierva (1996). Las puertas del infierno. La historia de la Iglesia jamás contada. Editorial Fénix, Serie Máxima. ISBN 84-88787-06-5.
·         Ramón García de Haro de Goytisolo (1972). Historia Teológica del Modernismo. Ediciones de la Universidad de Navarra. ISBN 978-84-313-0199-6.
Notas
1.     San Pío X, Pascendi Dominici gregis, 38
2.     Las puertas del infierno. La historia de la Iglesia jamás contada, página 226
3.     D. C. Dennett (1995). Darwin’s dangerous idea: evolution and the meanings of life. New York; Simon & Schuster. ISBN 0684802902.
4.     Hervé Masson (1989). Manual de Herejías (Dictionnaire des hérésies dans l'Église catholique). Madrid: Rialp. p. 231. ISBN 8432125172.
5.     M. R. O’Connell, (1994). Critics on trial: an introduction to the catholic modernist crisis. Washington, D. C.; Catholic University of America.
6.     Léase, G. (1996). «Practices of denunciation in modern european history, 1789-1989.». The Journal of Modern History, 68 (4): 819-830.


miércoles, 19 de junio de 2019

¿Qué creía la Iglesia primitiva acerca de las Sagradas Escrituras?



("Sola Scriptura", que es el latín para referirse a las Escrituras como la única autoridad de inspiración divina.)

En el Siglo XVI, el movimiento de Reforma fue responsable de la restauración del principio de "Sóla Scriptura" a la Iglesia, principio que había estado operando en la Iglesia desde los mismos comienzos de la era post-apostólica.

En un principio, los apóstoles enseñaron oralmente, pero al cerrarse la era apostólica, toda la revelación especial que Dios quiso preservar fue cifrada en lo que conocemos como "las Escrituras". "Sóla Scriptura" es la enseñanza fundada en las mismas Escrituras que dice que sólo hay una revelación de Dios que el hombre posee en la actualidad, las Sagradas Escrituras, o la Biblia.

Por lo tanto, las Escrituras son materialmente suficientes, y por su misma naturaleza, (al ser inspiradas por Dios) la autoridad definitiva para la Iglesia. Esto quiere decir que no existe ninguna porción de esa revelación que haya sido presentada en forma de tradición oral independiente de las Escrituras. En la actualidad no tenemos ninguna enseñanza oral de los apóstoles. Por lo tanto, sólo las Escrituras registran para nosotros las enseñanzas apostólicas y la revelación definitiva de Dios.

Cuando comenzaron los errores- El concilio de Trento negó la suficiencia de las Escrituras.

El concilio de Trento en el siglo XVI declaró que la revelación de Dios no estaba contenida solamente en las Escrituras. Declaró que en parte está contenida en las Sagradas Escrituras y en parte en la tradición; por lo tanto, materialmente las Escrituras no eran suficientes.

Está fue la postura de la iglesia católica romana durante varios siglos después del concilio de Trento. Sin embargo, es interesante notar que dentro del círculo católico romano, en la actualidad existe un debate acerca de la naturaleza de la tradición. No existe una clara comprensión sobre lo que es la tradición en el catolicismo romano. En la actualidad algunos aceptan la propuesta surgida del Concilio de Trento y otros la rechazan.

Los padres apostólicos y los apologistas sostuvieron la autoridad de "Sóla Scriptura."

El punto de vista promovido por el concilio de Trento estaba en directa contradicción con lo que creía y practicaba la Iglesia Primitiva. La Iglesia Primitiva siempre sostuvo el principio de "Sóla Scriptura." Sostenía que todas las doctrinas deberían ser sometidas a la prueba de las Escrituras y si la doctrina no lograba pasar el examen, entonces debería ser rechazada.

Los padres de la Iglesia Primitiva (Ignacio, Policarpo, Clemente, La Didáctica y Bernabé) enseñaron doctrina y defendieron el cristianismo en contra de las herejías. Al hacer esto, su única fuente de autoridad fueron las Escrituras. En sus escritos, se hacía sentir, literalmente, el espíritu del Antiguo y Nuevo Testamento. En los escritos de los apologistas, tales como Justino Mártir y Atenágoras, se puede encontrar el mismo principio. En ninguno de estos escritos, los autores apelan a la tradición como un instrumento separado e independiente de revelación.

Ireneo y Tertuliano mantuvieron la autoridad de Sóla Scriptura.

Es con los escritos de Ireneo y Tertuliano, en la segunda mitad del siglo segundo, cuando encontramos, por primera vez, el concepto de Tradición Apostólica (supuestamente la tradición heredada a la Iglesia por los apóstoles en forma oral). La palabra "tradición" simplemente significa enseñanza. Ireneo y Tertuliano enfatizaron que todas las enseñanzas de los obispos fueron generalmente entregadas verbalmente y estuvieron arraigadas en las Escrituras y que podían ser probadas por los Escritos impresos.

Ambos maestros proporcionan el contenido doctrinal real de la Tradición Apostólica que fue predicada en las Iglesias. A partir de eso podemos claramente ver que toda la doctrina era extraída de las Escrituras. No existe doctrina a la que ellos se refieran como tradición apostólica que no estuviera bien fundada en las Escrituras.

En otras palabras, la Tradición Apostólica, definida por Irenéo y Tertuliano es simplemente la enseñanza de las Escrituras. Fue Irenéo quien estableció que mientras los apóstoles predicaron oralmente en un principio, sus enseñanzas fueron más tarde sometidas a la autoridad de lo registrado en las Escrituras. A partir de entonces, las Escrituras se han convertido en el pilar y la norma de la fe de la Iglesia. La declaración exacta es como sigue:

"De nadie más hemos conocido el plan de nuestra salvación, que de aquellos a través de los cuales el evangelio ha llegado hasta nosotros, los cuales en su tiempo predicaron en público, y en tiempos más recientes, por la voluntad de Dios, nos han dejado las Escrituras, para que sean la raíz y el pilar de nuestra fe". [1]

La Tradición, en referencia a la proclamación oral, tal como la predicación o la enseñanza, era vista primordialmente como una presentación oral de la verdad extraída de La Escritura, codificando la verdad bíblica en una expresión de credo. En los escritos de Irenéo o Tertuliano no se hace ninguna apelación a la tradición en asuntos de doctrina que no estén bien fundadas en las Escrituras.

Por el contrario, estos hombres tuvieron que luchar en contra de los agnósticos, quienes fueron los primeros en aseverar y enseñar que ellos poseían una Tradición Oral Apostólica la cual operaba independientemente de las Sagradas Escrituras. Irenéo y Tertuliano rechazaron esas pretensiones y apelaron únicamente a las Escrituras para la proclamación y defensa de la doctrina. La historiadora de la Iglesia, Ellen Flessman-van Leer confirma este hecho:

"Para Tertuliano, las Escrituras son el único medio de refutar o validar una doctrina en cuanto a su contenido. Para Ireneo, con toda certidumbre, la doctrina de la Iglesia nunca es simple tradición. Por el contrario, la noción de que pueda existir alguna verdad transmitida exclusivamente de "viva voce" (oralmente) corresponde a la línea de pensamiento de los gnósticos... Si Irenéo quiere probar la verdad de una doctrina, materialmente acude a las Escrituras, porque a través de ellas, las enseñanzas de los apóstoles son asequibles objetivamente. La prueba de la tradición y la Escritura sirve para uno y el mismo fin: identificar las enseñanzas de la Iglesia como las enseñanzas apostólicas originales. La primera establece que la enseñanza de la iglesia son éstas enseñanzas apostólicas." [2]

La Biblia siempre fue la autoridad máxima para la Iglesia Primitiva. Siempre fue suficiente y el árbitro oficial en todos los asuntos de verdad doctrinal, tal y como J.N.D. Kelly lo ha hecho notar:

"La más clara muestra de prestigio que posean las Escrituras, es el hecho de que si todos los esfuerzos teológicos de los Padres de la Iglesia han sido polémicos o constructivos en sus fines, siempre han sido dirigidos a la exposición de la Biblia. Además, de todos era bien sabido que, para que cualquier doctrina obtuviera aceptación, primero tenía que establecer su base doctrinal." [3]

Heiko Oberman comenta acerca de la relación entre la Escritura y la tradición en la Iglesia Primitiva:

"La Escritura y la tradición en ningún sentido fueron mutuamente exclusivas: Kerigma (el mensaje del evangelio), la Escritura y la tradición coinciden enteramente. La Iglesia predicó el Kerigma, el cual se encuentra en su totalidad, en forma escrita en los libros canónicos. La tradición no fue entendida como una adición al Kerigma contenido en la Escritura, sino como una manera de retransmitir el mismo Kerigma en forma viva; en otras palabras, todo tenía que ser confirmado por la Escritura, y a la vez todo era una tradición viviente." [4]

Cirilo de Jerusalén se aferró a "Sóla Scriptura".

El hecho de que la Iglesia Primitiva fuera fiel al principio de "Sóla Scriptura" está claramente determinado en los escritos de Cirilo de Jerusalén (el obispo de Jerusalén en la mitad del siglo IV). El es el autor de lo que se conoce como las Conferencias Catequistas. Esta obra consiste en una extensa serie de conferencias ofrecidas a los nuevos creyentes, exponiendo la doctrina principal de la fe. Se trata de una explicación completa de la fe de la Iglesia en su tiempo. Sus enseñanzas están absolutamente basadas en la Escritura. El caso es que en la totalidad de las conferencias, no hay ni una apelación en favor de una tradición oral que sea independiente de las Escrituras.

Establece, en términos explícitos, que si el mismo presentara algún tipo de enseñanza a los catecúmenos, la cual no pudiera ser validada por las Escrituras, ellos deberían rechazarla. Esto confirma que su autoridad como obispo estaba sujeta a su aceptación de lo plasmado en las Escrituras, para cada una de sus enseñanzas. Los siguientes fragmentos de sus conferencias son representativos de que sus enseñanzas estaban basadas en la autoridad de la Escritura.

"Que este celo siempre permanezca en tu mente, el cual ahora, a manera de resumen, ha sido colocado en vuestras cabezas; y si el Señor lo permite, de aquí en adelante, será enarbolado de acuerdo con nuestras fuerzas, con prueba de las Escrituras. Porque, en cuanto a los divinos y sagrados misterios de la fe, es nuestro deber no hacer ni la más pequeña aseveración sin someterla a las Sagradas Escrituras, ni ser desviados por meras posibilidades y artificios de argumentos. Entonces no me crean por cuanto les digo estas cosas, a menos que lo que oigan esté bien reforzado por las pruebas de las Sagradas Escrituras en todo lo que se les presente; porque esta salvación, la cual tenemos por la fe, no es el resultado de razonamientos ingeniosos, sino por la prueba de las Sagradas Escrituras". [5]

"Pero mientras avanzas en aquello que estudias y profesas, toma y aférrate sólo a esa fe. la cual la Iglesia te enseña y que ha sido basada en las Escrituras. Sin embargo, ya que no todos pueden tener acceso a las Escrituras, unos por ignorancia y otros por los afanes de la vida, lo cierto es que el conocimiento de las mismas queda fuera del alcance de ellos; así que, para que sus almas no perezcan por falta de instrucción, por medio de algunos Artículos de Fe, que son pocos, logramos entender toda la doctrina de la fe. Por eso, en un principio está bien recurrir a la memoria para los asuntos de la fe sólo escuchando las palabras, con la esperanza de que en el tiempo oportuno, puedas corroborar cada uno de estos Artículos de Fe por medio de las Sagradas Escrituras; pues los Artículos de Fe no fueron elaborados al antojo de los hombres, sino que los puntos más importantes han sido seleccionados de toda la Escritura. Y así, como la semilla de mostaza en su pequeño grano contiene muchas ramas, también esta fe, en pocas palabras ha desarrollado en su seno todo el conocimiento de la dedicación a Dios contenida en ambos, el Antiguo y el Nuevo Testamento. Así que, hermanos, retengan las tradiciones que ahora reciben y escríbanlas en las tablas de sus corazones." [6]

Por favor note que en el pasaje anterior, Cirilo establece que los catecúmenos deben recibir la tradición, y los exhorta a mantenerse en esas tradiciones, las cuales ahora están recibiendo. ¿De qué fuente se deriva está tradición? Está claro que la enseñanza o tradición, o revelación de Dios se deriva de La Escritura, la cual fue puesta en manos de los apóstoles y transferida a la Iglesia, y la que ahora sólo es asequible a través de "Sóla Scriptura." Es muy significativo que Cirilo de Jerusalén, quien está comunicando la totalidad de la fe a estos nuevos creyentes, no hace ninguna apelación a la tradición oral para apoyar a sus enseñanzas. La totalidad está firmemente arraigada en la Escritura y únicamente las Escrituras.

Gregorio de Nisa se aferró a la "Sóla Scriptura".

Gregorio de Nisa también enunció este principio. El estableció:

"La generalidad de los hombres aún fluctúan en sus opiniones, las cuales son tan equivocadas como numerosas. En cuanto a nosotros, si la filosofía ajena a las doctrinas judeo-cristianas, la cual trata metódicamente con todos estos puntos, fuera realmente adecuada para una demostración, con certeza sería superfluo añadir mayor discusión sobre el alma a esas especulaciones. Pero aunque esas especulaciones en cuanto al tema del alma, llegan tan lejos en la dirección de las supuestas conclusiones que satisfacen al pensador, nosotros no estamos autorizados a tomar tal licencia; no podemos tomar la libertad de aseverar algo solo porque satisface nuestro capricho. En cambio, nosotros hacemos que las Sagradas Escrituras sean la regla y la medida de cada postulado. Necesitamos fijar nuestros ojos en eso, y solo aprobar lo que armoniza la intención de las Escrituras." [7]

La Iglesia Primitiva Operaba Bajo La Base De "Sóla Scriptura".

Las citas anteriores son simplemente representaciones de la Iglesia de los primeros Padres en general. Cipriano, Orígenes, Hipólito, Atanasio, Firmilian y Agustín son sólo algunos de los que podrían ser citados como proponentes del principio de "Sóla Scriptura" agregados a los de Tertulian, Irenéo y Cirilo de Nisa. La Iglesia primitiva operaba bajo la base del principio de la "Sóla Scriptura". Este fue el principio que los reformadores buscaban restaurar a la Iglesia. El extremo uso de La Escritura por los Padres de la Iglesia Primitiva, desde sus inicios es observado en los siguientes hechos.

Ireneo: Conoció a Policarpo, quien fue discípulo del Apóstol Juan. Vivió entre el año 130 y 202 d.C. Citó veinticuatro de los veintisiete libros del Nuevo Testamento, tomando más de mil ochocientas citas del Nuevo Testamento.

Clemente de Alejandría: Vivió entre el año 150 y el 215 d. C. Citó todo los libros del N. T., con excepción de Filemón, Santiago y 2da. de Pedro. Usa un total de dos mil cuatrocientas citas del Nuevo Testamento.

Tertuliano: Vivió entre el año 160 y el 220 d. C. Citó siete mil doscientas veces el Nuevo Testamento.

Orígenes: Vivió del año 185 al 254 d. C. Fue el sucesor de Clemente de Alejandría en la Escuela de Catecúmenos en Alejandría. El citó aproximadamente dieciocho mil veces el Nuevo Testamento. Al final del siglo III, la totalidad del Nuevo Testamento podría ser reconstruido virtualmente a partir de los escritos de los padres de la Iglesia.

Prácticas y costumbres de la tradición apostólica oral

Es verdad que la Iglesia primitiva también ha sostenido el concepto de tradición en referencia a la costumbre y prácticas eclesiásticas. Se creía, frecuentemente, que tales prácticas habían sido heredadas de los apóstoles, aún cuando no podían ser necesariamente validadas por las Escrituras. Esta práctica, sin embargo, no involucraban la doctrina de la fe y frecuentemente eran contradictorios entre los diferentes segmentos de la Iglesia.

Un ejemplo de este se encuentra en los inicios del segundo siglo en la controversia sobre cuando celebrar la Resurrección. Algunas iglesias del Este la celebraban en días diferentes de aquellos del Oeste, pero cada una aseguraba que su práctica particular había sido heredada directamente de los apóstoles. En realidad, esto creó un conflicto entre el obispo de Roma, el cual exigía que los obispos del Este se sometieran a la práctica del Oeste. Ellos rehusaron, creyendo firmemente que estaban cumpliendo con la tradición apostólica.

¿Cuál es la correcta? No hay manera de determinar cual, si es que alguna en verdad tenía sus orígenes en los apóstoles. Es interesante, sin embargo, que uno de los proponentes del punto de vista del Este era Policarpo, quien fue un discípulo del Apóstol Juan. Existen otros ejemplos de este tipo en la historia de la Iglesia. Sólo porque un padre de la Iglesia determinado asegura que una práctica particular es de origen apostólico, no significa necesariamente que lo es; lo que significa es que él cree que sí lo es. Pero no existe ninguna manera de verificar si en realidad fue una tradición dejada por los Apóstoles.

Existen numerosas prácticas en las que la Iglesia primitiva participaba, las cuales se creían que eran de origen apostólico (enumeradas por Basilio el Grande), pero que nadie practica el día de hoy. Es claro, por lo tanto, que tales llamados a la tradición apostólica oral que se refiere a la costumbre y práctica no contienen significado alguno.

Los reclamos de la I. C. R. a la tradición como autoridad, no son válidos.

La Iglesia Católica Romana establece que posee una tradición oral apostólica independiente de las Escrituras, la cual sujeta a todos los hombres. Este reclamo apela a la afirmación de San Pablo en II de Tesalonicenses 2:15: "Así que, hermanos, estad firmes y retened la doctrina que habéis aprendido, sea por palabra o por carta nuestra." Roma asegura que basados en la enseñanza de Pablo en este pasaje, la enseñanza de "Sola Escritura" es falsa, puesto que él dejó enseñanzas a los Tesalonicenses en varias formas, oral y escritas. Sin embargo, lo interesante en tales aseveraciones es que los apologistas de la Iglesia Romana nunca documentan las doctrinas específicas a la que se refiere Pablo, las cuales ellos afirman que poseen, y a las cuales aseveran ellos, los hombres tienen la obligación de sujetarse. Desde los escritos de Francisco de Sales, a los escritos de Karl Keating y Robert Sungenis, existe una clara ausencia de documentación de tales doctrinas a las cuales el Apóstol Pablo se refiere.

Sungenis editó recientemente una obra en defensa de la posición de la Iglesia Católica Romana acerca de la tradición titulada No sólo por las Escrituras: se le considera como una refutación definitiva a las enseñanzas protestantes de "Sóla Scriptura". Su libro consta de 627 páginas. Ni una sola vez, en todo el libro, el autor define el contenido doctrinal de esta supuesta tradición apostólica que sujeta a todos los hombres. Aún así, se nos afirma que existe, que la Iglesia Católica Romana la posee, y todos estamos bajo la obligación de someternos a ella, porque sólo esta Iglesia posee la plenitud de la revelación de Dios de los apóstoles.

Lo que Sungenis y otros autores Católicos Romanos fallan en definir es el contenido y la doctrina específica de la supuesta tradición apostólica. La razón por la cual no lo revelan es simple y sencillamente porque no existe. Si tal tradición existiera y fuera de tal importancia, ¿Por qué Cirilo de Jerusalén no lo mencionó en sus Conferencias Catequistas?

Desafiamos a cualquiera a proporcionar una lista de las doctrinas a las que supuestamente Pablo se refiere en II de Tesalonicenses 2:15 y que dice que ha proporcionado oralmente a los Tesalonicenses. La única revelación especial que el hombre posee hoy en día de Dios y que fue entregada a los apóstoles es la de las Sagradas Escrituras.

Esto era lo que creía y practicaba la Iglesia Primitiva. Este mismo principio fue al que se adhirieron los reformadores. Ellos buscaban restaurarlo a la Iglesia después de que la corrupción doctrinal se había infiltrado a través de la puerta de la tradición.

La enseñanza de un cuerpo separado de la revelación apostólica conocido como Tradición, que es oral en naturaleza, no fue originada en la Iglesia Cristiana, sino en el Gnosticismo. Fue un atentado de los gnósticos, quienes buscaban aumentar su autoridad afirmando que las Escrituras no eran suficientes. Ellos aseguraban que poseían la entera revelación apostólica porque tenían, no sólo la revelación escrita de los apóstoles en las Escrituras, sino también la tradición oral, además la clave para interpretar y entender esa revelación.

De la misma manera que los Padres de la Iglesia Primitiva repudiaron las enseñanzas y reclamos sostenidos por una dependencia exclusiva en la tradición, y apelaron a la autoridad de lo registrado en las Sagradas Escrituras, así también, debemos hacerlo nosotros.

"Mis ovejas oyen mi voz y yo las conozco, y me siguen" San Juan 10:27. 

Notas:

1.            Alexander Roberts y James Donaldson, editores, Ante-Nicene Fathers (Los Padres Ante-Niceno.) (Peabody: Hendriksen, 1995) Vol. 1, Irenaeus, "Against Heresies" ("En contra de las herejías") 3.1.1, p. 414. [up]

2.            Ellen Flessman-van Leer, Tradition and Scripture in the Early Church (La Escritura y la Tradición en la Iglesia Primitiva) (Assen: Van Gorcum, 1953) pp. 184, 133, 144. [up]

3.            J. N. D. Kelly, Early Christian Doctrines (Las Doctrinas Cristianas Primitivas) (San Francisco: Harper & Row, 1978), pp. 42, 46. [up]

4.            Heiko Oberman, The Harvest of Medieval Theology (La Cosecha de la Teología Medieval) (Cambridge: Harvard University, 1963), p. 366. [up]

5.            A Library of the Fathers of the Holy Catholic Church (Una Biblioteca de la Santa Iglesia Católica) (Oxford: Parker, 1845), "The Catechetical Lectures of S. Cyril" ("Las Conferencias Catequistas de San Cirilo") Lecture 4.17. [up]

6.            Ibid. Conferencia 5.12. [up]

7.            Philip Schaff y Henry Wace, editores, Nicene and Post-Nicene Fathers (Los Padres del Niceno y Post-Niceno) (Peabody: Hendriksen, 1995) Segunda Serie: Volume V, Gregorio de Nisa: Los Tratados Dogmáticos "On the Soul and the Resurrection" ("Sobre el Alma y la Resurrección"), p. 439. [up]



jueves, 13 de junio de 2019

Miedo al éxito o al fracaso

¿Tiene usted miedo al éxito o al fracaso? ¿Se ha preguntado alguna vez por qué no logra lo que se propone?    Definamos... 

Miedo al Éxito: Temor a terminar con alguna dependencia, hacia algo o hacia alguien. La palabra éxito está asociada a salir, lograr, terminar y acabar con la dependencia de cualquier cosa. 

Por ejemplo muchos tienen miedo a salir de la pobreza, o tienen miedo a terminar una relación donde es abusada o maltratada por temor a quedarse sola, y así muchos tienen miedo al futuro no llegando a dar los pasos que tienen que dar esperando que las condiciones estén perfectas, es allí lo que se definiría como miedo al fracaso.

¿Quién quiere fracasar? De seguro ninguno, todos queremos tener éxito. A veces en la vida para tener éxito debemos darnos el permiso de fracasar. Del fracaso podemos sacar varias enseñanzas pero la primordial es esta: aprendemos como no hacerlo de esa forma.

Usted debe saber que el invento de la bombilla eléctrica se lo debemos a Thomas A. Edison, porque él nos “dio” la luz, él consiguió que tuviéramos luz en todas partes, que pudiéramos ver este mensaje por Internet… y porque en su vida no perdió ni un solo segundo para inventar la lámpara que nos proporciona iluminación artificial. Fracasó 2000 veces y él dijo “yo no he fracasado ni una sola vez, solamente ha sido un proyecto de 2000 pasos”. Quiero ayudarle haciendo algunas preguntas: ¿Puede ver claramente qué es lo  que impide que usted no logre lo que se propone?, ¿De verdad desea lograrlo?, ¿Puede imaginar como sería una vez logrado? ¿Qué harías si no tuvieras miedo? 

Es un tiempo para reflexionar y quisiera hacerle una pregunta que es de suma importancia, pues la pregunta que naturalmente le sigue es: ¿Cómo se sentiría una vez que logre sus metas o alcance sus sueños? Te toca a ti ver cómo sería tu vida si alcanzaras tus metas. Sabía usted que una de las razones por las cuales no alcanzamos nuestros sueños es el sabotaje que nos hacemos nosotros mismos.

Sabes que cuando Dios te creo él dijo: “Hagamos al ser humano a nuestra imagen y semejanza” Génesis 1:26  (NVI) Dios depositó en ti Su espíritu y ese espíritu es ganador.

Algunas personas dicen querer triunfar en la vida y tener éxito, pero al mismo tiempo vemos como sabotean sus propios proyectos de muchas maneras, por medio de la postergación, no tener tiempo o no tener los recursos, en fin se crean limites, los limites están en tu mente. Otras personas comienzan a dar los pasos y cuando las cosas no salen como ellos quieren escuchamos la famosa frase: “Lo importante es que lo intenté” y se quedan allí. El intentarlo no basta, necesitas cambiar tu actitud ante la vida, es tiempo de que te comprometas con tus sueños, que puedas generarlos.

Tienes todo lo que puedas necesitar: tienes a Dios, tienes la vida, tienes dones, talentos, experiencias, belleza y sobre todo las ganas de salir adelante, no te sabotees a ti mismo, no rechaces la oportunidad que tienes de aprender. El hecho de que fracases no significas que eres un fracasado. El fracaso no es tu identidad, tu verdadera identidad es que tú eres quien Dios dice que eres, eres creado por Dios para cosas grandes.

Te invito a soltar tus miedos: El miedo a crecer, el miedo a cambiar, el miedo a la inseguridad, el miedo a la soledad, el miedo a la envidia, el miedo al qué dirán, el miedo a lograr, el miedo a perder, tantos miedos te han dejado paralizado. El llamado que hoy te hago es que puedas apropiarte de esta palabra: 

“Porque no nos ha dado Dios espíritu de cobardía, sino de poder, de amor y de dominio propio”. 2 Timoteo 1:7 (LBLA)

Recuerda lo siguiente: Nada ganas con lamentarte, nada ganas con quejarte, nada ganas con decir no soy capaz, no puedo, no tengo, pobrecito yo, la vida ha sido cruel conmigo,  nadie me ama, nada ganas con ser víctima, nada absolutamente ganas con ese tipo de pensamiento derrotista. Cambia tus pensamientos, conviértelos en victoria, empieza por ver tus fortalezas y tus dones, tus habilidades, ¿Cuáles son las experiencias que has tenido?¿Cómo usaras esas experiencias para alcanzar tus sueños? ¿En que eres bueno o buena? Lo que Dios te ha dado es para que lo uses, para que vivas bien y puedas ayudar a otros a vivir la vida al máximo.   Adaptado




Escuchar:                                                                                                                               




miércoles, 5 de junio de 2019

Fárrago de fantasías



Vicente Blasco Ibáñez ocupa un lugar prominente en la literatura hispana. Una de sus más exitosas obras se titula "Los Cuatro Jinetes del Apocalipsis", tan bien escrita que los magnates del cine la convirtieron en un éxito de taquilla. ¿De dónde sacó este autor tan singular título? Lo extrajo de la Biblia, ciertamente el libro más popular e influyente de todos los siglos. En efecto, este libro de la Biblia ha sido fuente inagotable para escritores, poetas, visionarios, oportunistas religiosos y otras especies. Es un libro fascinante pero también enigmático; muy simple si se lo entiende, complejo si no; puede consolar o confundir, usarse para bien o abusarse para mal.

Tal vez Ud. jamás leyó este curiosísimo libro en cuyo caso se está perdiendo una experiencia excepcional. Si lo lee alguna vez se va a encontrar con cosas sumamente raras. Verá monstruos de otra manera inconcebibles; leerá de sueños extravagantes o quizá lo considere Ud. pesadillas; pasarán ante sus ojos cataclismos y calamidades, desastres, epidemias y pestilencias; oirá el sonido de agudas trompetas y observará animales que jamás ha visto. Solo una de estas descripciones más modernas y trasmite bien el pensamiento: "De ese humo salieron langostas que volaban por la tierra y se les dio poder como el que tiene los alacranes de la tierra. Las langostas parecían caballos listos para la guerra; en la cabeza tenían algo que parecía una corona de oro y su cara era como de hombre. Tenían cabellos como cabello de mujer y sus dientes parecían de león. Sus cuerpos estaban protegidos con una armadura como de hierro y el ruido de sus alas era como el ruido de muchos carros de caballos cuando corren a la batalla. Tenían cola como el alacrán, con aguijón. Y en su cola tenían poder para hacer daño a la gente durante cinco meses". (Apocalipsis 9:3; 7-10)

De esto puede Ud. darse una idea por lo menos de lo que se puede encontrar en este último libro de la Biblia. Es lógico entonces que tanta gente haya hecho tantas cosas con estas visiones escalofriantes. ¡Si se habrán dicho palabras y se habrán montado teorías en base a lo que se encuentra escrito en este libro! Tan es así que autores respetables han llegado a la conclusión de que todo no es más que "un fárrago de fantasías sin fundamento". Cuatro jinetes, el número 666, calles de oro, el gran trono blanco, un ángel que vuela por el cielo, la Gran Babilonia, la marca de la bestia, la mujer y el dragón. Bien podría el hombre concluir, si desconoce la esencia y el dinamismo del libro, que es "un fárrago de fantasías sin fundamento".

Pero lo más trágico de todo esto es que bien intencionados líderes religiosos han manipulado este precioso segmento de la Biblia para fines no siempre aceptables y pocas veces dignos. Hay un sinfín de personas que han cometido muy serios errores en sus uso de estas magníficas revelaciones del cielo. Han concentrado su atención en los detalles y han perdido el impacto total del conjunto; han visto los pétalos pero no la flor o la flor en vez del ramillete; han escuchado el primer violinista en vez de la orquesta o un pentagrama en vez de la sinfonía. Esto es sumamente peligroso dado el carácter simbólico y un tanto extravagante del libro.

Pero, ¿Es el Apocalipsis un fárrago de fantasías? Enfáticamente no. Es parte integral de la infalible Palabra de Dios -- parte del mensaje eterno de Dios a un mundo confuso y frecuentemente desconsolado y sin sosiego. El Apocalipsis fue escrito para las víctimas de las fuerzas diabólicas de este mundo, para los que no han entrado aún en las fronteras del magnífico reino de Dios, para los fieles creyentes de todos los siglos; en una palabra, para el mundo. Su mensaje es relativamente simple: Hace ver que las cosas no son como parecen. ¡Y cuan urgente es la necesidad en estos tiempos de confusión de ver las cosas como son! El Apocalipsis nos hace ver que la historia, todo el panorama desee el principio hasta el fin; nos muestra lo que fue, lo que es y lo que será. Indica con toda claridad que hay algo en la historia que la hace de una pieza; algo que domina el escenario ya lo cual todo lo demás está subyugado. Es La historia del Hijo de Dios y de su pueblo a lo largo de los siglos, en medio de sus tribulaciones y pruebas, víctima a veces pero triunfante al fin; perdiendo batallas pero ganando la guerra. ¡Mísero aquél que quita de las palabras del libro de esta profecía porque Dios quitará su parte del libro de la vida!

No es un fárrago de fantasías; es un mensaje de las fuerzas satánicas que operan en el mundo. Dice a los esclavos del mal y del malo que todas sus estratagemas y toda su violencia y sus ideas diabólicas y sus triunfos son nada más que una quimera. Podrán ciertamente infundir desaliento, sembrar la discordia, hacer popular la mentira y la injusticia pero no será para siempre. Todo lo contrario. Estas fuerzas demoniacas deben saber que llegará el día de su fracaso total, de su destrucción categórica, de su expulsión definitiva de este mundo creado por y para Dios. Pero no es solamente profético desastre; es también un mensaje de advertencia, típico de la ternura conmovedora de Dios. ¿Cree Ud. que Dios se hubiese molestado en dar a publicidad este libro del Apocalipsis si no fuera porque Él quiere que los impíos se vuelvan de sus malos caminos y vivan nuevamente la vida plena? Este libro hace ver claramente que todos esos movimientos que descartan la verdad y justicia divina se dirigen derecho al abismo y por eso aconseja que se arrepientan mientras haya tiempo.

El Apocalipsis es un mensaje para los que están fuera del reino de Dios. Ese reino ha estado hace siglos en esta tierra, ha predicado y predica su mensaje de paz y perdón, ha conquistado fronteras invisibles, pero hay muchos todavía que viven fuera de ellas. No han conocido la felicidad plena de quienes han sido hechos hijos de Dios; vagan por el mundo aferrándose a pequeños palitos para no hundirse en las aguas turbulentas del diario vivir pero no encuentran satisfacción. Se creen buenos y santos y justos y malvados e impuros e injustos pero la realidad es que lo que creen de sí mismos nada tiene que ver con la realidad de las cosas. Están aún fuera del único reino que prevalecerá para siempre jamás; el reino que empezó hace muchísimos siglos, que continúa en vibrante existencia y que será el único victorioso cuando las cenizas de este mundo desaparezcan al fin. Este es un mensaje para Ud. hombre, mujer o joven que vive sin destino, sin propósito y sin seguridad. Cristo Jesús vino al mundo para rescatar, ayudar, arrebatar de las fauces del infierno a quienes en Él creen, esta es la invitación tierna de este libro fantástico: "El que tiene sed venga y el que quiera, tome del agua gratuitamente".

Este es un mensaje para todos los creyentes. En medio de sus lágrimas y lloros pueden oír las exclamaciones de triunfo; en medio de la persecución a que se ven sometidos ven llegar al gran consolador; desde la penumbra de sus prisiones observan la llegada del gran libertador, aunque el mundo contemporáneo no entiende, Dios sí. ¡Ánimo pues creyentes de todos los países de la tierra! Vuestro sufrimiento y vuestras penas tendrán su recompensa; vuestras luchas actuales serán coronadas con el éxito rotundo y final. Tened valor y sonreíd, que las cosas no son como parecen: Vuestro Salvador ha vencido al mundo; solo un poco de tiempo y llegará el día de las reivindicaciones. ¡Firmes y adelante!

El Apocalipsis es un mensaje para el mundo entero, porque todos los elementos del mundo se encuentran allí detallados. El mensaje es este: Solo Cristo es duradero y todo el que a Él pertenece. La cuestión es si Ud. le pertenece a Él.    

La Hora de la Reforma